Familia y fútbol
Por Oswaldo Osorio
Antes que todo, dos puntos para plantear y aclarar: el primero, que ésta es una película “bonita”. Y decir esto muchas veces no es un gran halago para una cinta, porque se puede decir que lo bonito es lo que no alcanza a llegar a la belleza, la cual es una de las virtudes supremas del arte. Pero en este caso, es bonita y funciona, tanto en su historia y en sus imágenes como en las ideas que quiere transmitir, sin que para ello tenga que hacer muchas concesiones, pues si algo caracteriza a las películas “bonitas” es que consiguen serlo gracias a las concesiones que hacen al público.
El segundo punto tiene que ver con aquella idea que dice que las películas sobre fútbol nunca han sido buenas. Podrían pensarse en algunas excepciones a esa regla, como La copa (Khyentse Norbu, 1999) o Historias de fútbol (Andrés Wood, 1997). Incluso también esta película alemana, aunque hay que aclarar que si bien el tema del fútbol está presente durante toda la historia, no es su principal interés, sino que la pasión por el fútbol de un niño y la final del mundial de 1954 sirven como recursos para hablar de este niño, su familia y hasta sobre la Alemania de la posguerra.
El guión sabe articular acertadamente, alrededor de la vida e incertidumbres de este niño, toda una serie de elementos, como el fútbol, la familia, la tragedia de la guerra por la que acaba de pasar el país y la manera como apenas se está reponiendo. Aunque es cierto también que por momentos se alcanzan a ver los hilos que mueven el relato y algunos recursos planteados de manera muy elemental, como la pareja del periodista y su esposa, por ejemplo, que fueron puestos en la historia para ver a través de ellos lo que está pasando con la selección alemana en Suiza durante el mundial.
Lo cierto es que la película sabe combinar en justa medida toda esa gama de emociones que se desprenden de cada uno de estos tópicos: el drama familiar a causa del padre que llega luego de doce años de estar como prisionero de guerra y que con su comportamiento entra en conflicto con todos; la vida del niño aún llena de inocencia y fantasía que se enfrenta a distintos tipos de experiencias emocionales; y la historia de un jugador y la selección de fútbol en el camino a la gran final. Todo esto es desarrollado sin caer en el sentimentalismo fácil, pero buscando sí ser emotiva en todo momento, desde los conflictos cotidianos de la familia, hasta la historia de victorias y derrotas del equipo nacional.
Se trata pues de una película entretenida y emotiva, cargada de muchas imágenes con cierta belleza estética y hasta poética, que además saben crear un ambiente consecuente con esa coyuntura histórica por la que pasaba tanto el protagonista y su familia como el país mismo. Además, a pesar de que parte de un acontecimiento real (el mundial de 1954), del drama que cruza toda la historia y de algunas desventuras del joven protagonista, la película está planteada casi en clave de fábula, sobre todo porque es el punto de vista del niño, y esa clave resulta muy bien manejada y en gran medida es la razón para que la película se sostenga hasta el final como una película “bonita” agradable y no, como muchas otras, “bonita” empalagosa.
Publicado el viernes 24 de febrero de 2006 en el periódico El Mundo de Medellín.