La niña en la caja
Oswaldo Osorio
Es difícil decir algo diferente cuando una película no dice nada nuevo. Eso ocurre muy frecuentemente con el cine que apela a los géneros cinematográficos, más aún cuando se trata de uno de los géneros más recurrentes y esquemáticos como es el horror, un género que, además, tiene una particularidad que lo diferencia de los demás, y es que es el que más fácilmente se desgasta de cara al público.
Este desgaste significa que cuando es usado un esquema o un recurso en muchas películas, estos pierden eficacia frente al público, algo muy problemático si se tiene en cuenta que lo que define a este género es que su construcción está pensada en función de los efectos constantes que debe producir en los espectadores, de manera que si el esquema y los recursos son ya muy conocidos, esos efectos disminuirán considerablemente.
Esta película cuenta la historia de una familia que viaja de Bogotá a Medellín (por una trocha, como siempre ve el cine de afuera las vías colombianas) y, luego de un accidente, se refugian en medio de una tormenta en un hotel que fuera clausurado hace décadas, el cual guarda un secreto que los afectará a todo ellos.
Sin adelantar mucho más en la trama, y para poder avanzar en este texto, es necesario decir que a los dos esquemas a los que recurre este filme es el la casa encantada y la posesión demoniaca. De ahí en adelante todo el relato es una sucesión de reconocidos recursos que hacen parte de estos esquemas: creación de ambientes sombríos y derruidos, el dueño misterioso que guarda un secreto, sobresaltos, ancestrales maldiciones y muertes diseminadas a lo largo del metraje.
La película, a pesar de ser rodada en Colombia y con algunos actores secundarios en el reparto, es una producción de Estados Unidos con actores de Hollywood y realizada por un director español con un gran recorrido en el cine internacional, especialmente con películas de este género. Es por esto mismo que la película tiene todas las características del cine de horror de Hollywood, un cine de muy buena factura, afinados efectos y una narrativa calculada y precisa para conseguir los efectos buscados en el espectador.
No obstante, lo conocidos y transitados de estos dos esquemas le quita mucha de la fuerza que podría tener la película, a lo cual se le suma el hecho de que lo que más causa efecto en este género es la naturaleza sobrenatural o inexplicable de la amenaza, sin embargo, en esta historia, por vía de la posesión demoniaca, esa amenaza se traslada a los personajes, con todas sus limitaciones físicas, disminuyendo dicha amenaza y con esto la intensidad del conflicto, así como el consecuente miedo que debería producir.
De manera que que no solo se trata de otra película más de horror como tantas se han hecho, sino una que no solo calza unos esquemas conocidos, sino que no les adicionada nada para marcar la diferencia, además, por la manera como concibieron la historia, parece más un thriller que una película de horror, y se sabe que el thriller llega solo a la tensión y al suspenso, pero el espectador del horror lo que quiere es sentir miedo, o cuando menos, algunos sustos.
Publicado el 23 de junio de 2014 en el periódico El Colombiano de Medellín.
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