Contribuyendo al mito de la generación beat

Por Oswaldo Osorio

¿Cómo escribir de la adaptación de una novela de culto, y más cuando uno se declara seguidor de ese culto? Creo que no queda más remedio que olvidar toda la racionalidad que implica el oficio de crítico e investirse del apasionamiento que se tiene por esa obra, por su autor (Jack Kerouac) y por el movimiento literario al que pertenecen: la generación beat. La película de Walter Salles, bajo este argumento, no se puede tomar aislada, sino como parte de un mito al que contribuirá a prolongar.

Cuando el cine se mete con mitos de la literatura generalmente sale mal librado, pero en este caso había que confiar en uno de los cineastas brasileños (ahora director internacional) más sensibles y talentosos de los últimos tiempos. Es un director que se ha ganado la confianza tanto de crítica como de público con apenas media docena de títulos, entre los que se encuentran Estación Central (1998), Detrás del sol (2001) y Diarios de motocicleta (2004).

En el camino (On the Road) es una declaración de principios desde el mismo título: en lo cinematográfico, es una película de carretera, un género en el que el viaje siempre desencadena en una transformación de los personajes, para bien o para mal; mientras que como idea, implica una actitud ente la vida, la cual empieza por la libertad y sigue por las búsquedas, que son ideas que definieron a la generación beat. Libertad frente a las convenciones, tanto sociales como literarias, y búsqueda de nuevas experiencias y formas de expresarlas.

En medio de eso, o más bien, para obtenerlo, recurrieron a la trasgresión social, las drogas, la liberación sexual, la escritura y la apertura de la mente y los sentidos. Por eso, cuando los hippies iban, los beatniks ya venían, o mejor dicho, no podría pensarse en los unos sin la existencia previa de los otros. Y es ese retrato de este grupo de irreverentes, marginales y literatos, durante la década del cuarenta, el que se propone hacer esta película.

¿Consigue el retrato? Sin duda alguna. ¿Con qué tanta fidelidad? Bueno, ahí si hay que entrar a negociar. Pero lo importante es que Walter Salles utiliza todos los recursos posibles para adentrarnos en el espíritu de la obra: el frenetismo de la banda sonora (con un tipo de jazz que hizo su revolución a la par con estos literatos), la saturación del color (porque el éxtasis emocional, intelectual y por drogas era su estado natural), la voz en off (para no dejar perder el componente literario), el ritmo variable de la cámara y el montaje, el estimulante paisaje norteamericano y un buen casting para calzar a los míticos personajes.

Con todos esos elementos Salles nos presenta su versión de esta novela, la cual llega a enriquecer toda esa imaginería que se ha creado, desde hace más de sesenta años, en torno a escritores como Jack Kerouac, Neal Cassady, Allen Ginsberg y William Burroughs. También en torno a una época y a un espíritu de ruptura que fue el inicio de un significativo cambio social y cultural en Estados Unidos. Pero a despecho de estas palabras grandilocuentes, también se puede ver como una historia de jóvenes divirtiéndose, drogándose, escribiendo, viajando y teniendo sexo.

Publicado el 22 de junio de 2013 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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