Una dramaturgia otra
Oswaldo Osorio
Hace un siglo Fernand Léger dijo que el gran error del cine era el argumento. Esta opinión la compartían otros artistas y cineastas de vanguardia como él, y hacía referencia a la forma en que, tanto la industria como el público, redujeron al cine a un simple medio para contar historias de manera convencional. Por eso cuando una película se sale de ese propósito o le hace radicales variaciones, como ocurre con esta pieza de Camila Rodríguez, debe cambiar la forma de recibirla y también cambia su público.
Y es que Camila Rodríguez Triana, como Léger y sus vanguardistas colegas, primero fue artista y luego cineasta. Ahora es ambas cosas y así lo reflejan sus obras, en especial esta, que, además, está relacionada con la exposición artística Ejercicios de memoria No 1. Líderes y lideresas asesinados. Igualmente da cuenta de su doble raigambre el hecho de que esté producida por Le Fresnoy Studio National des Arts Contemporains y Heka Films. Y para ajustar, todas las funciones que ella desempeña en su película evidencian esa naturaleza de artista y cineasta integral: Dirección, guion, dirección de arte, investigación, producción y producción ejecutiva.
Así que, necesariamente, en sus películas, y especialmente en esta, la manera de asumir el lenguaje cinematográfico es distinta. Hay una expresión y unas búsquedas que expanden las posibilidades de lo que puede decir y sugerir el cine; por eso también es exigente con el público, que no puede ser el que solo opera con la narrativa clásica, porque ese se va a salir de la sala (fui testigo), pues se va a aburrir o va creer que entró a una exposición a ver un video performance o algo así.
Y se puede empezar por ahí, por la fuerte carga performática que tiene el relato. Y digo performática en la línea como lo asume el arte, no la actuación para cine. Por eso, muchas de las escenas de la película bien podrían estar en el contexto de una galería o museo y se verían como en su natural hábitat representacional. Incluso se podría cambiar el término de escena por el de segmento, y también tendría lógica, porque las unidades de las que está compuesta la película, ya sean conceptuales o de acción, no necesariamente están ordenadas en una estricta progresión dramática, y mucho menos argumental. Hay que recordar que su premisa no es contar una historia, ni tampoco desarrollar una puesta en escena a la usanza del cine convencional de ficción. Se trata de otro tipo de narración y dramaturgia.
Para identificar esa premisa hay que estar atentos y hasta tener paciencia: Tres hombres, una casa en ruinas y con escasos muebles, un discurso de Camilo Torres, las malas compañías de las que habla la madre, suena entera La Internacional… La película lo recibe a uno con una serie de imágenes y gestos sugerentes, pero nunca explícitos. El relato no subestima al espectador, le exige que trabaje con él, que piense, que use esas piezas que se le van dando para construir el universo que sugiere su autora, así como sus connotaciones.
Entonces uno se ubica en un país que ha estado en guerra durante setenta años, identifica la dinámica de los movimientos guerrilleros y a uno de sus miembros, quien lidia con la clandestinidad, que está o ha estado “en sombras”… Así que lo sugerido poco a poco se va volviendo evidente, como ese cuarto en tinieblas que vamos identificando a la luz de una linterna. Entonces el drama visual y simbólico de los espacios, los cuerpos, los objetos, la luz y las sombras va dando paso al drama humano, algunas palabras, soliloquios y mínimos diálogos empiezan a tejer las humanidades y sus relaciones, entre ellos mismos y el pasado.
De manera que estamos ante una película del posconflicto, como tantas que todavía hacen falta que se hagan, sobre todo de ficción, porque el documental sí ha respondido con cierta generosidad. Y más ficciones como esta, que no lo es del todo, porque más bien está hecha para estimular el pensamiento, el poder de asociación, para cuestionarse por la memoria, por el conflicto y por esas individualidades que todavía buscan reconciliarse con el (su) mundo después de la guerra.
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