Siete preguntas inéditas

Oswaldo Osorio

Acaba de salir el segundo cuadernillo digital de 2014 de la Revista Kinetoscopio, dedicado a Wes Anderson y el cual se distribuye exclusivamente entre los suscriptores de la revista. A propósito de esto, publico un cuestionario que un periodista me hizo para escribir su artículo sobre este director y del que solo extrajo un par de frases.

¿Qué hace tan particular al cine de Wes Anderson?

Que tiene, lo que llamaría el cineasta Dunav Kuzmanich, un código propio, una forma particular de concebir y articular sus películas. Desde los detalles de la puesta en escena, pasando por la construcción de personajes, hasta la visión general del relato, todo está cruzado por ese código.

Gran Hotel Budapest es su mejor película?

En cuanto al refinamiento de ese código personal sí lo es, pues se evidencia la progresión de su construcción a lo largo de su filmografía, por eso en su ópera prima (Bottle Rocket, 1996) solo se encuentran destellos de ese estilo, personajes  y universo. Pero luego de esta última resulta difícil pensar cómo se va a afinar más. Incluso esto despierta un temor: que la siguiente sea una repetición o una ruptura. Si es ruptura no asusta tanto, porque ya lo hizo con El fantástico señor Fox (2009) y es una de sus mejores películas

Muchos hablan de que él ha creado un universo muy particular, como pocos directores. ¿Qué es exactamente eso?

Tiene que ver con el concepto de código que he expuesto, el cual se traduce en dos aspectos: uno tiene que ver con el sentido de sus historias y personajes y el otro con el aspecto formal. Para el primer aspecto le copio un fragmento de mi crítica a esta última película (por el segundo pregunta en el siguiente punto):

"Y la idea de fondo, de este y casi todos sus filmes, parece señalar hacia un compromiso apasionado, profesional y casi místico para con el trabajo o cualquier empresa que emprendan sus protagonistas: Actividades extracurriculares en Rushmore (1998), la venganza contra un tiburón en Vida acuática (2004) o ser el perfecto conserje de un hotel como aquí. Con esto, se desprende una ética, ante la tradición y artesanía del oficio en cuestión, ante los colegas y ante la vida misma. Desde una pequeña tarea hasta el desempeño laboral general, todo está signado tanto por una firme filosofía como por la precisión y sofisticación en su ejecución. Pero esta visión y ética del trabajo parece ocultar algo en todos esos personajes, una melancolía -no siempre por amor- y una suerte de soledad que quieren llenar con ese apasionamiento, aunque es una soledad más de tipo existencial que social."

Además, los protagonistas de Wes Anderson son personajes que pueden pasar súbitamente de la excelencia al patetismo. Su carisma y emprendimiento ya mencionados, los convierte en concienzudos héroes de su mundo o su oficio, pero de un momento a otro, ya por el desprecio o indiferencia de los demás o porque fracasan en sus quiméricas o absurdas empresas, adquieren el carácter de hombrecitos patéticos o ingenuos y se vuelven marginales en ese mundo que al parecer dominaban con encanto y pericia, se vuelven antihéroes. Es un mérito de este autor conseguir que esta dualidad no solo sea verosímil, sino hacer de ella casi la esencia de su cine, porque eso es lo que le da hondura a sus personajes, lo que sienta la lógica de funcionamiento de los mundos que crea y lo que le otorga esa doble virtud de ser un cine entrañable y divertido.

Muchos exaltan la simetría, el color, los guiones. ¿Por qué son tan fuertes esos rasgos?

Las historias intrincadas, narradas con precisión y corales (muchos protagonistas o personajes) tienen su equivalente en la construcción misma del universo material que logra por vía de la puesta en escena (escenarios, decorados, vestuario, maquillaje, interpretación). Todos esos elementos con su simetría, cuidado en los detalles y sofisticada estilización, son consecuencia de los dos conceptos que ya propuse como esenciales de su obra: el hecho de que tiene un código, lo cual implica que cada aspecto y elemento funcione con la misma lógica y esté sintonizado con el todo y los demás; y esa mística y apasionamiento por la labor o empresa que acometen sus personajes (y el mismo director), con lo cual ninguna acción, por anodina que sea, es solo una acción, sino que es todo un rito y un compromiso que trasciende su mera ejecución operativa: empacar un ponqué, hacer el mapa de una cárcel o crear toda una película.

¿Qué no le gusta de Wes Anderson?

Más que de él, de muchos de sus seguidores, que se quedan solo en la visualidad de sus universos y lo pintoresco de sus personajes, pero se pierden de lo que quiere plantear de fondo con sus historias y de la motivación y espíritu de esos personajes, que van más allá de una delicada paleta de colores y unos decorados encantadores. Sus historias están pobladas por personajes melancólicos, absurdos y existencialistas, que casi siempre están divididos entre los que se quieren devorar el mundo, los que solo cumplen una labor mecánica e imparable -generalmente son los antagonistas- y los que solo habitan su universo con hastío y desgana; así mismo, todas esas tareas, apasionamientos, comportamientos absurdos y meticulosidades, conducen siempre a la búsqueda de un objetivo mayor, por lo general el amor, el bienestar, el altruismo o todos ellos juntos.

¿Wes Anderson es comparable a alguien?

Con muchos. Con cualquier director que tenga un código tan fuerte, definido y singular como él: Won Kar-Wai, Terry Gilliam, Peter Greenaway, los hermanos Coen (aunque no en todas sus películas), David Cronenberg (hasta hace unos años), Woody Allen, entre otros. Y en cuanto a ese universo: Jaques Tati, Buster Keaton, Jerry Lewis, Miranda July y puede seguir la lista.

¿Qué lugar ocupa el actualmente en el cine mundial?

El de un director con talento y un estilo identificable pero que está de moda. Por eso no creo que sea muy significativo en el contexto al que parece dirigirse la pregunta, pues su cine difícilmente será influyente para su generación o los nuevos directores. Incluso, y espero equivocarme, son películas que pueden envejecer muy fácil con el tiempo, es decir, que dentro de veinte años no parezcan esas ingeniosas y vistosas piezas que vemos ahora, sino unos relatos un poco cursis y hasta incoherentes con una estética edulcorada y tal vez naif.

 

 

 

 

 

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