Personajes de cal y de arena
Por Oswaldo Osorio
Una de las principales virtudes del cine es su capacidad para hablar de las emociones y los sentimientos. Encarnados en sus personajes y reforzados por el realismo propio de la imagen cinematográfica, esas emociones y sentimientos son más vívidos y contundentes. Esta película, sin duda, logra todo eso, sin embargo, la forma en que lo hace es lo que resulta muy cuestionable. Es decir, logra un efecto en lo emocional, pero en lo intelectual uno se siente burlado.
Para argumentar tal planteamiento, esta es una de esas críticas en las que es necesario contar detalles de la trama (aquí es donde quien no la haya visto, y le gusta que el cine lo sorprenda, debe abandonar la lectura). Porque es en los detalles donde esta cinta se traiciona a sí misma, al querer ser profunda y consecuente en lo que quiere expresar, pero forzada e inconsistente en la forma en que lo hace.
La película abre con la descripción que hace una profesional del sexo acerca de lo buena que es en su oficio, sobre todo porque sabe transformarse y entregarse para satisfacción de sus clientes. Acto seguido, presenta a un hombre que, al parecer, engaña a su mujer. Y con esto ya está servido el triángulo, no tanto amoroso, sino uno un poco más complicado y retorcido.
Que la esposa contrate a la prostituta para tener la certeza de que su esposo es capaz de engañarla, es solo la excusa argumental para hablarnos de unos asuntos muy serios en torno a los celos, a las formas en que se manifiesta el deseo, al desgaste de las relaciones de larga duración y a la inseguridad de las mujeres que ven perder su lozanía frente a un compañero que se ve cada vez mejor con los años.
La que carga con el peso del drama es la esposa, y no es gratuito que este personaje sea interpretado por Julianne Moore, una actriz que sabe identificar el potencial de los papeles que amplían los límites de las emociones. Es el único personaje verdadero y revelador de este filme. Sus miedos y dilemas morales frente a su relación y a lo que puede llegar a hacer por salvarla son tan intensos como inquietantes, incluso perturbadores. Es por este personaje y su viaje emocional por lo que vale la pena ver esta película.
Por otro lado, está el personaje de la prostituta, el cual es planteado en términos narrativos y dramatúrgicos justamente de manera contraria al de la esposa. Es decir, si en la esposa vemos a un personaje sólido, honesto y revelador, el de la prostituta es gratuito, forzado y efectista. La declaración inicial de la perfecta profesional, luego es contrariada por las acciones de una mujer caprichosa y voluble, que se involucra emocionalmente con sus clientes y asume actitudes casi de sicópata. Y así, el íntimo retrato de la naturaleza femenina creado a partir de lo que le ocurre a la esposa, se convierte en una burda acumulación de arquetipos en el personaje de la prostituta.
Es en ese giro sorpresivo -y del todo inconsecuente con lo planteado- de este personaje, con lo que el director evidencia su afán de impactar con facilismos. Incluso recurre al peor cliché de los thrillers de Hollywood: la acosadora que seduce al hijo. Así mismo su final, que se antoja absurdo e incoherente, todo al parecer para rematar el relato de forma dramática e impactante. Por eso, a estas alturas ya el espectador ha olvidado las virtudes de la historia y se queda solo con el desconcierto de una trama embaucadora.
Publicado el 15 de mayo de 2011 en el periódico El Colombiano de Medellín.