Cuando los villanos se confunden con héroes
Por Oswaldo Osorio
De acuerdo con Las Uvas de la Ira (Steinbeck/Ford), los verdaderos enemigos públicos en los años treinta en Estados Unidos eran los bancos. Las crisis económicas, empezando por la Gran Depresión (la más cinematográfica de todas), siempre afectan especialmente a las clases bajas y medias, porque generalmente los bancos y corporaciones sacan provecho con su poder económico o, en el peor de los casos, se declaran en bancarrota y quedan libres de deudas.
Esta situación no sólo crea un gran resentimiento popular, como se puede ver en el libro de Steinbeck y la película de Ford, sino que propicia la proliferación de la delincuencia, en este caso también la delincuencia más cinematográfica de todos los tiempos. Por eso ésta no es la primera película sobre John Dillinger, hay ya muchas, y eso es porque es un personaje de vida extrema que realmente existió, porque su historia da un gran gusto contarla y porque era un héroe popular.
Así que buena parte del atractivo de esta cinta descansa sobre esa figura legendaria del ladrón de bancos que, indirectamente, castigaba a los poderosos y se vengaba de ellos en nombre de un pueblo llevado a la miseria. Pero además, aquí es redefinido con un aire y una actitud que llevan su perfil casi al punto de un romanticismo rebelde e idealista, lo cual potencia ese atractivo. Y esto se puede ver en su desprecio por las reglas y el sistema, su desdén por la vida normal y el futuro planificado, la libertad para vivir y su actitud siempre temeraria, así como su romántica y entregada forma de amar. Y para ajustar, es encarnado por Johnny Depp.
De manera que todo está dado en el filme para ver en este personaje a un verdadero héroe de cine, más que al criminal que existió hace setenta años. Por eso con él se da esa paradoja que ocurre siempre en el cine de gánsters (sin que la cinta pertenezca por completo a este género) y es que el espectador se identifique y se ponga de parte de unos hombres que tienen una conducta moral y socialmente reprochables. Porque la película no disimula su simpatía por el personaje, pues el protagonismo del hombre del FBI es para equilibrar el conflicto con un antagonista fuerte (que en un policiaco sería el protagonista). De todas formas, la película está planteada en el esquema de ascenso y caída -como es siempre de esperarse con este tipo de personajes- y esto le suma el sino trágico a nuestro héroe.
Y si el personaje está hecho con un magnetismo que hace difícil distraerse durante casi dos horas y media, la forma en que está narrada y visualizada su historia igual contribuye a que ésta sea una cinta casi hipnótica. Ya Michael Mann había probado su talento para hacer la diferencia con el cine de acción en películas como El último de los Mohicanos o Fuego contra fuego. Porque lo suyo no sólo es cine de acción, donde ésta es un fin y no un medio, sino que él saca tiempo para hablarnos de sus personajes, para construirles una cotidianidad que los haga más sólidos, para que el drama no sólo esté en las armas de fuego sino también, como en el caso de Dillinger, en la posición que asumen ante la vida y las decisiones que toman.
Para conseguir esta mezcla entre, por un lado, el cine de acción, y por otro, el drama y las circunstancias de un personaje (porque no pretende ser una película biográfica), Michael Mann apela a una insólita mezcla entre clasicismo cinematográfico y una suerte de realismo a partir de un registro casi documental de la puesta en escena. Además, es una película realizada en video digital, con lo que no sólo le da otra estocada a los puristas del cine, sino que consigue un filme con una textura y una movilidad diferentes que acentúan el realismo en un tipo de cine al que, justamente, es aplicado todo el artificio y el esteticismo de la industria. Por todo esto, entonces, hay que decir: larga vida al cine como lenguaje, larga vida al video como formato y larga vida a esos héroes de cine que se transforman con cada nueva versión.
FICHA TÉCNICA
Título original: Public enemies
Dirección: Michael Mann
Guión: Ronan Bennett, Michael Mann y Ann Biderman; basado en la novela de Bryan Burrough.
Producción: Kevin Misher y Michael Mann.
Música: Elliot Goldenthal.
Fotografía: Dante Spinotti.
Reparto: Johnny Depp, Christian Bale, Marion Cotillard, Billy Crudup, Stephen Dorff, Stephen Lang, Giovanni Ribisi.
USA - 2009 - 140 min.