La tristeza, el misterio y lo fantástico
Por Oswaldo Osorio
El enorme éxito de Sexto sentido (The Sixth Sense, 1999), si se mira en relación con los demás filmes de M. Night Shyamalan, tal vez fue lo peor que le pudo haber pasado a este director. Y es que desde entonces sus siguientes títulos han sido mal comparados y hasta criticados, a pesar de que toda su obra está construida con los mismos elementos y a partir de idéntica lógica. Su última película, La dama en el agua (Lady in the Water, 2006), ha sido la que peor parte le ha tocado, pues su historia sobre una criatura fantástica que debe ser salvada por un ordinario grupo de personas, no ha sido vista como lo que es, una fábula, con toda la inocencia y hasta ingenuidad propia de toda fábula. Tal vez la forma en que se promocionó fue la causa de las equívocas expectativas, puesto que con este planteamiento argumental era poco probable encontrar la historia cargada de suspenso y horror que el público esperaba. El tono de fábula no sólo estaba planteado desde su sinopsis, sino que se hace explícito en la animación y el relato que sirve de prólogo del filme. Quien lo haya entendido así y haya aceptado sin prejuicios dicho tono, es más probable que haya podido ver en esta película todo eso que se ve en las demás cintas de este director: una historia envolvente y bien contada, un gran sentido para crear y manejar el suspenso y el misterio, un manejo visual inteligente y sugestivo, y de fondo, por supuesto, una suerte de moraleja, que por poco evidente y a veces compleja no parece tal.
El terreno en el que siempre se desenvuelve M. Night Shyamalan es el cine fantástico, pero, según cada película, adopta las especificidades de uno de los géneros que componen este mega-género, es decir, ya sea horror, ciencia ficción o fantasía. Sólo tales géneros permiten crear los personajes, las historias y el tipo de relatos que este director nacido en la India siempre propone. Su predilección por estos géneros tal vez tenga que ver, no sólo con que desde muy joven su familia se radicó en Estados Unidos, sino con que, también desde joven, es un gran admirador del cine de Steven Spielberg. Salvo su primera película (Wide awake, 1998), cuya base es religiosa, todas las demás tienen ese componente fantástico, que a la larga es sólo un recurso para plantear unas ideas de tipo espiritual o humanista y para comentar la realidad actual. Porque sus filmes siempre hablan de asuntos como la fe, la redención, la reflexión sobre males sociales y la naturaleza humana en relación con lo que define al hombre y a la sociedad.
Personajes tristes y nobles
Para hablar de estos temas, los personajes de sus películas están definidos con unas características comunes. La más evidente es que absolutamente todos los protagonistas de sus historias han perdido a alguien muy cercano. La excepción es El protegido (Unbreakable, 2000), en la que más bien han perdido algo, aunque no menos importante que un pariente. La consecuencia inicial de esto es un permanente estado de tristeza que condiciona su visión del mundo y los hace cuestionarse permanentemente sobre el sentido de la vida y de ellos mismos. Pero es cuando el componente fantástico aparece, bien sea en forma de alienígenas, fantasmas, monstruosas criaturas o ninfas, cuando obviamente la vida y visión de estos personajes empieza a cambiar, pasando por diversas etapas que van desde el escepticismo hasta la lucidez, incluso la revelación. Es a través de estos personajes en medio de su transformación que Shyamalan sutilmente alecciona, propone su visión del mundo y reflexiona sobre la naturaleza humana. Adicionalmente, la presencia de niños o de jóvenes, que aportan su natural inocencia a la situación, es una de las principales claves para que se dé esta transformación y para solucionar los conflictos. Todos estos personajes tienen una discreta nobleza y una voluntad fuerte, esto muy a pesar de su sufrimiento y de su vulnerabilidad física o emocional, por eso siempre los salva la fe o el amor en los demás.
Todo este asunto de nobleza, redención y personajes un poco mártires y sin tacha podría verse como un sospechoso discurso religioso o moral, pero su empaque de cine fantástico le da otro matiz, al punto de que muchos ni se enteran de ello y sólo ven en sus películas las elaboradas tramas cargadas, en mayor o menor medida, de suspenso, intriga y misterio. Pero además, el género también les aporta el tono de alegoría o fábula, sin importar por eso que en ocasiones llegue a caer en ingenuidades o trampas fáciles en la construcción de sus historias, como cuando en La aldea (The Village, 2004) crea la falsa idea de que la trama se desarrolla durante el siglo XIX, o cuando en La dama en el agua se pueden conocer ciertas reglas de la gente del agua a través de una más bien torpe lógica de señas y adivinanzas. Pero estos artificios o elementalidades argumentales quedan en un segundo plano, no sólo por la vocación fabulesca y fantástica de los relatos, sino porque en lo que sí ha resultado un maestro M. Night Shyamalan, es en su tremenda habilidad para crear historias en las que un secreto o misteriosos sucesos mantienen la atención y tensión del espectador. Sus filmes siempre van creando progresivamente, a partir de sugestivos detalles e ideas sugeridas, un creciente interés por saber qué va pasar, quiénes son los que están amenazando a los personajes y cuáles son las capacidades e intenciones de estos seres. En Señales (Signs, 2002), por ejemplo, hasta el momento de la confrontación final apenas si se habían visto dos fugaces imágenes de los alienígenas. El único problema que tienen las historias de Shyamalan, es que debido a que sus tramas dependen tanto del “secreto” o el “misterio” que finalmente se dará a conocer, entonces no se experimentan de la misma forma en una segunda visionada, aunque no deja de perder su fuerza y capacidad envolvente, incluso se obtiene una nueva experiencia, como cuando en Sexto sentido se puede apreciar la desconcertante habilidad e ingenio con que fue construida.
Un cuento para antes de dormir
Volviendo a La dama en el agua, El “secreto” es quiénes son esos elegidos que ocuparán los diversos roles en esa “mitología del agua” para salvar a la Ninfa y, de paso, contribuir en la salvación del mundo. Mientras que el “misterio”, que se va develando lentamente para mantener la expectativa del público, es saber quién es esta enigmática dama, cómo afectará la vida de ese grupo de personas y por qué la criatura que la acecha no respeta las reglas ni es castigada como es debido. Todo lo anterior es el componente fantástico y es la trama que mantiene la atención a lo largo del filme, pero tras ese empaque están presentes, como siempre, otras ideas que, en este caso, hablan sobre la fe y la solidaridad, sobre un grupo de personas que funcionan como una muestra de la sociedad y que se unen por una empresa descabellada, pero la cual representa la esperanza en el mejoramiento del mundo y de la vida de ellos mismos.
Shyamalan definió (o defendió) esta película como “un cuento para antes de dormir”, porque, entre todas sus películas, ésta es en la que más se evidencia el tono de fábula y su consecuente moraleja. Parece que buena parte del público y la crítica no se ha conectado con este tono o de entrada no le gusta. Pero independientemente de eso, este director sin duda se ha mostrado sólido y coherente con una obra en la que demuestra gusto por contar historias, talento y honestidad, sobre todo esta última virtud, pues otro en su lugar habría aceptado las películas que le ofrecieron después de su gran éxito (Indiana Jones IV y Harry Potter III), y otro en su lugar no se habría peleado con la poderosa Disney porque le querían cambiar su película. M. Night Shyamalan, en cambio, defendió su fábula y con ella mantuvo un estilo, unos temas y unos intereses, las cosas por las que seguramente hace y seguirá haciendo cine.