Instrucciones para llegar al paraíso

Por Oswaldo Osorio Image

Con frecuencia suele confundirse la información con el conocimiento. Una manera de ilustrar la diferencia sería decir que los noticieros son información y el cine es conocimiento. Esta película de Hany Abu-Assad, palestino radicado en Holanda, puede dar buena cuenta de ello, pues a pesar de que todos los días se ven noticias sobre el conflicto entre israelíes y palestinos, resultan ser sólo datos de muertes, enfrentamientos y posiciones radicales que únicamente proporcionan una versión esquemática y reduccionista de este complejo conflicto. Con este filme, en cambio, se puede ver esa posibilidad que tiene el cine de acercarse al problema, de argumentar, pero no sólo con palabras, sino develando sentimientos y emociones a partir de sus personajes, de su historia, y en fin, de los recursos del cine, haciendo que el espectador no necesariamente tome partido como sucede en las noticias (que lo hace dependiendo de quién es el agresor de turno), sino logrando que de cierta manera comprenda las distintas posiciones que se enfrentan en este penoso conflicto que parece insoluble.

Es por eso que, en principio, es un filme que parece no decir nada nuevo, y esto ocurre si el espectador se queda sólo con la información que le proporciona el argumento y las líneas de diálogo. Pero una película es más que eso, es esa posibilidad de recrear universos y transmitir hasta las emociones y estados mentales más inasibles utilizando los elementos y el lenguaje del cine. Para llegar a esto, el director de esta cinta optó por un tratamiento visual y narrativo bastante simple, seguramente por exigencia de la crudeza del tema y la historia: dos jóvenes palestinos que están decididos a inmolarse en un acto terrorista contra los israelíes y a favor de la liberación de Palestina y de sus propias almas.

Esta simpleza que propone la película y su tendencia al realismo, no impide que alcance a ser expresiva con los elementos que pone en juego con su puesta en escena, como por ejemplo, ese ambiente que se crea con las silenciosas miradas entre Saïd y su madre o entre el mismo Saïd y su amiga en la víspera de su misión suicida; o la forma en que consigue el filme dar cuenta de la amistad entre los dos jóvenes y la manera como se transforma la visión que cada  cual tiene del problema en distintos momentos del relato; o ese plano final, tan simple pero tan cargado de sentido y de desastrosas consecuencias. La manera como estas imágenes y secuencias consiguen transmitir al espectador unos sentimientos y dar cuenta de unas situaciones que van más allá del simple esquema maniqueo entre terroristas y víctimas o entre un ejército de ocupación y sus oprimidos, es la principal virtud de esta película.

Otro aspecto de este filme que resulta determinante en su labor de comprender y saber transmitir la complejidad del problema palestino-israelí, es el guión. Desde la construcción de los personajes, sin ser demasiado trabajada pero no por ello profunda; pasando por su argumento sencillo pero con las acciones necesarias para abordar los asuntos esenciales del tema; hasta llegar a sus diálogos, los cuales son también sencillos, en consecuencia con el realismo, y aún así elocuentes con las ideas que la película quiere transmitir, unos diálogos que tienen largos discursos cuando hay que decirlos (es un película política) y largos silencios cuando son las imágenes y los gestos de los personajes los que tienen que hablar. Se trata, pues, de un guión que sin llegar a ser muy elaborado está muy bien armado, y eso se evidencia en que todo en él está allí por una razón y tiene un sentido muy preciso. De manera que es una película de guión, pero también de puesta en escena y de un tema importante, es decir, una película bien contada, con unas imágenes muy elocuentes y un tema con unas ideas claras y contundentes.  

Publicado el 30 de junio de 2006 en el periódico El Mundo de Medellín.

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