De la belleza como maldición
Por Oswaldo Osorio
Giuseppe Tornatore es sin duda el director italiano más reconocido mundialmente en la última década. Películas suyas como Cinema Paraíso (1988) y Todos estamos bien (1991) son de las que nunca se olvidan, tanto por la nostálgica belleza de sus historias como por los sentimientos y emociones que evocan. Esta nueva película suya tiene todas estas buenas características. Se trata de la historia de una joven viuda que es víctima del puritanismo y los prejuicios de todo el pueblo a causa de su extrema belleza, pero también es la historia de un niño que se enamora platónicamente de ella, de sus obsesivas fantasías y de su problemática condición de adolescente.
Es precisamente este muchacho, Renato Amoroso, quien sirve de hilo conductor de una narración tan divertida como conmovedora. Por eso la principal virtud de esta película radica en que el eficaz recurso que usa el director para contarnos la historia de Malena, es decir, la ingenua obsesión de Renato por la viuda y todo lo que hace por estar al tanto de su vida, es otra historia paralela que relata el filme; y así, mientras esa viuda con nombre de tango carga con la parte romántica y trágica de la historia, su platónica sombra de trece años se encarga de la vena cómica y poética. Son dos historias entrelazadas con precisión que confrontan, por un lado, la doble moral y el caos en oscuros tiempos de guerra con la pureza y el idealismo juveniles, y por otro, la caída y casi muerte espiritual de una mujer con el despertar a la vida y al amor de un muchacho.
En La leyenda del pianista en el océano (1998) parecía que Tornatore había agotado su capacidad para encarar con honestidad el amor y la nostalgia, sus temas preferidos, así como su facilidad para contar juguetonas historias revestidas de ese tono poético y trágico que son su marca de fábrica, pero en Malena corrigió el rumbo y nos regaló de nuevo una historia entrañable y encantadora, una película inolvidable como la belleza de aquella viuda.