Por Oswaldo Osorio
La intensidad progresiva que gana este drama a medida que avanza el relato, sólo es comparable con la economía de recursos con que lo logra. Este drama de guerra, en que dos soldados de la resistencia soviética son capturados por los alemanes durante la segunda guerra mundial, se nos presenta tan conflictivo en las situaciones que viven sus personajes como en espacio en que se desarrolla, un desértico y hostil paisaje sometido por el frío y la escasez.
Así que el drama interno de los personajes, es potenciado por la adversidad de un espacio que, por sus características, reduce la trama a lo básico: desplazarse de un punto A a un punto B, introducir algo de comida en la boca y, en última instancia, sobrevivir. La consecuencia de esto es también una austeridad del relato y la puesta en escena que por simples no dejan de ser efectivos y cargados de fuerza.
Lo que si no tiene nada de simple este filme son los conflictos que lo mueven y que, en últimas, parece ser en lo que la directora quería poner el énfasis de su relato. Pero entre esos conflictos básicos de conseguir comida y resistir el frío, contrapuestos al gran conflicto que significaba la segunda gran guerra en el implacable frente oriental, se encuentra el verdadero conflicto de esta historia, el conflicto interno de sus personajes en relación con la posibilidad de optar por la delación y la traición o por la dignidad y el heroísmo.
De acuerdo con la decisión que tomen sus personajes ante estas dos posibilidades, es que se definen los verdaderos héroes y villanos de esta historia. El conflicto no es ante los alemanes ni los colaboracionistas, sino ante la conciencia (y no necesariamente la propia), y en esto la película es inflexible, no importa que la delación haga parte de una estrategia para sobrevivir y seguir combatiendo, no importa que una mujer por proteger a sus hijos abjure de su patria, lo que parece importar aquí es sólo el heroísmo idealizado y casi sublime. Es en esta inflexibilidad donde la película nos pone a dudar, pues se evidencia su declarada simpatía por unos ideales y su total repudio el dolor, el miedo, la racionalidad, la vulnerabilidad de los hombres, y en fin, muchos otros sentimientos que en definitiva son mucho más humanos.