El regreso de Nosferatu
Por Oswaldo Osorio
Esta película es un inteligente y apasionado homenaje a ese gran clásico del cine que es Nosferatu, la primera versión cinematográfica que se hiciera de Drácula, y a su director, el alemán F.W. Murnau. Para hacerlo, los realizadores recrean parte de su proceso de filmación en 1922, pero tomándose algunas licencias al superponer una trama de vampirismo a los verdaderos acontecimientos de la famosa realización.
Se trata de un filme de horror, pero desde la óptica del clásico cine de horror, un cine que estremeció de miedo a todos en su tiempo pero que ahora, después de tanta sangre y vísceras y de tanto Freddy Krugger, se antoja demasiado ingenuo. Por eso es un filme que no pretende asustar o estremecer, sino transmitir la esencia de aquel cine y sus demonios, así como sus atmósferas. La diferencia está en que despoja a su vampiro de todo ese glamur y misticismo con que siempre se les ha conocido en el cine y la literatura y nos presenta a un Conde Orlock desaliñado, decadente y triste.
En cuanto homenaje, es una película de gran belleza e inteligencia, que logra reproducir el espíritu y la mecánica del cine de aquella época y particularmente de este clásico filme; de paso trata de ahondar, aunque de forma un poco romántica y delirante, sobre la obsesión y talento de un director-artista que antepone su pasión por al arte a cualquier valor ético o moral. Por eso, cuando la película degenera en cine snuff, cuando vemos a este director extasiado con la muerte hecha arte al ser registrada por una cámara, se marca la línea que divide la pasión por el arte y la locura obsesiva.
Éste es un filme en el que el espectador entre más conozca el referente, esto es, Nosferatu, su director Muranu y el cine de la época, más lo va a disfrutar, más se va a complacer con su humor fino y su reverente fascinación hacia el tema. En caso contrario, sigue siendo una película de cine dentro del cine en la que cualquiera podrá ver la originalidad de su historia, su respetuosa (y didáctica) evocación de una época del cine y la intención, aunque no siempre bien lograda, de concebir un cine con serias pretensiones estéticas y poéticas. Por último, es inevitable resaltar el trabajo de Willem Dafoe y John Malkovich, dos actores que supieron darle la fuerza dramática y la extravagante estilización que exigían los personajes de Murnau y Nosferatu, el director obseso y el vampiro triste.