Una ciudad para encontrarse
Oswaldo Osorio
Uno siempre ve al mismo Woody Allen pero nunca se cansa de ver a Woody Allen. La premisa de esta película es muy similar a la de Café Society y a la de otras más suyas, pero la riqueza y novedad está, como siempre, en la ejecución y los matices. Son los mismos personajes, la misma ciudad, los mismos temas y los mismos conflictos, y aun así divierte y encanta, aun así continúa añadiéndole contenido a esa gran película que ya cuenta con casi cincuenta títulos.
Ashleigh y Gatsby son dos jóvenes novios que llegan a Nueva York a pasar el fin de semana juntos, pero una serie de aventuras y desencuentros no permiten que se desarrollen sus planes como los habían pensado. Él es culto y de un ánimo oscuro e inestable, mientras ella es medio tonta pero con un brillo y un encanto naturales que enamoran a cualquier hombre.
La historia los presenta juntos, pero la trama los separa durante todo el metraje, y en esa dinámica está la propuesta central de Woody Allen en esta ocasión, pues con ello logra un contrapunto entre las aventuras de ella y las desventuras de él, al mismo tiempo que presenta dos distintas caras de la ciudad, por un lado, aquella que tiene que ver con el arte y la cultura y, por el otro, la del mundo del espectáculo.
En la línea narrativa de ella, Allen incorpora las veleidades y conflictos del amor y la seducción, así como las eternas dudas creativas de los artistas; mientras en la línea de él desarrolla los conflictos internos y existenciales en torno a asuntos como la identidad, la vocación profesional, la familia y, claro, también el amor.
Son dos tonos muy distintos definidos por la personalidad de cada uno y ese universo en el que se mueven, por eso, cuando está ella, pasan muchas cosas y todo muy rápido, y hay sorpresas y maravillamientos; pero cuando está él, el ritmo se pausa para darle cabida a la reflexividad y al juego intelectual. Entonces es con este contrapunto y diferencias que el relato va dando pistas del destino de esta relación amorosa y las causas de su no tan sorpresiva resolución.
De fondo y en medio de ese entrecruce de las líneas narrativas, está ese humor todavía ingenioso e intelectual, así como la música jazz y las grandes reflexiones sobre la vida y el amor. Lo mismo de siempre, pero con las variaciones suficientes para disfrutarlo y sumarlo a ese compendio de ideas y verdades que inequívocamente surgen de las películas de un autor del que, parece, nunca nos vamos a cansar. Porque aún después de que deje de producir, revisitar su obra seguirá siendo una necesidad para todo cinéfilo.
Publicado el 27 de octubre de 2019 en el periódico El Colombiano de Medellín.