Nacer a los cinco
Oswaldo Osorio
Como ya todas las historias están contadas, la diferencia siempre la hace el punto de vista, el tono y la intención. En esta película esos tres aspectos son definitivos para hacer de ella, no la dramática y macabra historia sacada de la vida real que pudo haber sido (y que ya hemos visto antes), sino un relato centrado en asuntos más sensibles y esenciales de la naturaleza humana, como los potentes vínculos entre seres queridos y la visión del mundo que hay desde y después de una experiencia traumática.
Advertencia: para quien no haya visto la película ni el tráiler, en adelante el texto revelará información significativa del argumento. La película se disfruta más si no se sabe nada de ella.
Y es que la historia empieza dando poca información sobre la madre y el hijo que la protagonizan, así como sobre las razones de su confinamiento en esa habitación. Esto sirve para crear una creciente intriga y, sobre todo, para desarrollar la relación entre ellos y dar cuenta de esos potentes vínculos, que son los que sostienen dramáticamente la cinta hasta el final. También es crucial para dar cuenta de la forma en que el niño conoce y entiende el mundo, su mundo, ese que confrontará luego con el real.
El relato está claramente dividido en dos partes, la primera, es esta ya descrita que se desarrolla en la habitación; y la segunda, viene luego de ese clímax del escape, la cual resulta igual de problemática tanto para la madre como para el hijo. Para ella por vía de las dificultades para superar el severo trauma que le causó estar confinada y abusada durante siete años de su vida; mientras que para él se trataba de descubrir el mundo real, lo cual fue como haber nacido con la consciencia que ya se tiene a los cinco años.
Es importante para el tono del relato ese contrapunto entre el drama del marchitamiento de la madre y la emoción y desenfado del renacimiento del niño. Esos sentimientos en contravía hacen de esta segunda parte una experiencia tremendamente emocionante por razones opuestas. Además, este conflicto de la oposición de estados de ánimo es solucionado con un recurso ingenioso argumentalmente y potente en su significado simbólico y emotivo, que es cuando el niño de nuevo le salva la vida a su madre.
Hay que resaltar, hablando del punto de vista, que este aspecto es la decisión más importante en esta película y lo que marcó más la diferencia. Centrarse no en la crueldad del cautiverio y menos en el criminal que lo perpetró, sino en la compleja relación entre madre e hijo y en su dura transición al mundo real, fue definitivo para hacer de este filme esa obra llena de fuerza y emotividad, sólida en un relato que siempre está intrigando al espectador y que literalmente descubre el mundo con otros ojos.
Publicado el 31 de enero de 2016 en el periódico El Colombiano de Medellín.
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