La ópera prima de un veterano
Luego de sobrevivir las viejas guerras de la época de Focine y la posible alienación y desgaste de permanecer más de una década haciendo televisión, este veterano cineasta decidió por fin cumplir un propósito que desde siempre había sido su proyecto de vida: dirigir una película. Con un tema muy colombiano y aún con ciertos rastros visibles de su oficio como realizador de seriados y telenovelas, Calle le apostó al divertimento en el tratamiento de estos temas tan serios, porque no sólo es una película sobre el narcotráfico, sino también un problemático triángulo amoroso. Buscar el equilibrio entre estos dos aspectos y conectar con el gran público eran los propósitos principales de este filme, lo cual en buena medida consigue con esta historia que sólo quiere ser divertida y desenfadada.
Aunque el tema del narcotráfico no es todo lo recurrente que muchos piensan en el cine colombiano, ciertamente existen unos filmes como puntos de referencia y, además, es un asunto cuya discusión siempre es actual en el país. ¿Cuál es la mirada o el aporte sobre el tema que usted propone con su película?
Ante todo quería hacer una película divertida. Tenía claro que no quería hacer cine de autor ni una película para festivaliar, sino una película que convocara a miles de personas. Y creo que es un objetivo válido dentro de lo que es hacer una película. Entonces me encontraba frente a la disyuntiva de que la película era de narcotráfico, pero en todas partes donde comentaba yo el tema de la película, las personas inmediatamente decían: ¡Pero otra película sobre narcotráfico, que hartera! ¿Por qué el cine colombiano recurre siempre a la violencia, al narcotráfico, a los temas que nos condenan mundialmente? Y este es un sentimiento generalizado, pero a pesar de eso, me metí a hacer esta película pero con una claridad sobre como la iba a tratar. Yo quería que el tema fuera tratado con ligereza. Digamos, el hecho de que una persona le llene a otra el estomago con ochenta pepas de cocaína es un hecho violento que le quita la dignidad a cualquier ser humano, un hecho miserable que aprovecha la necesidad de la gente para llevarla a una situación límite como es de las mulas, y ya lo habían tratado, a mi manera de ver, con cierta miserabilidad en la película María llena eres de gracia. Entonces yo quería, por un lado, apartarme del punto de vista de María llena eres de gracia, y por otro, el punto de vista de nuestra película es el punto de vista de Ancízar, que es quien ejecuta este acto miserable. Y yo me preguntaba, ¿Cómo hacer para que la gente no odiara al personaje, ni se distanciara de él, sino que, por el contrario, se solidarizara con Ancízar? Siendo que él es el ejecutor de este acto censurable desde todo punto de vista. Entonces encontré que haciéndolo ligero, haciéndolo irónico y dándole un elemento de humor, podíamos hacer que la gente se solidarizara con el personaje, que fue lo que vi anoche en el espectador, que fue lo que encontré anoche en el público. Y no hablo de la prensa o de los colegas de cine, sino la gente del común, la gente con la que yo hablé anoche, señoras de cuarenta o cincuenta años, muchachos de veinte o de treinta. Ellos se lograron solidarizar y se “encarretaron” con la película, y eso que era un tema áspero y difícil de aceptar, pero pasó, no inadvertido, sino suavemente y sí lo logramos lo que buscábamos del público.
Aun así, con esta posición prefijada de no hacer un trabajo antropológico,¿Hubo una investigación o un estudio de referentes?
Yo partí del relato de Alfredo Molano, un relato de dieciocho páginas muy bien escrito, muy agradable de leer, y él lo cuenta de tal manera que uno inmediatamente se solidariza con el personaje de Ancízar. El libro se llama, Rebusque mayor.Relatos de mulas, traquetos y embarques (1997). Tiene diez relatos de colombianos presos en diferentes partes mundo y el relato se llama El Arriero. Yo conservé el nombre porque me parece que era “darle en la pepa” al problema. Molano es un sociólogo, el objetivo del libro era mostrar circunstancias de presos colombianos afuera Pero al leer el relato uno encuentra humor e ironía, y precisamente era lo que yo quería conservar, porque me parece que Molano había logrado entrar en un tema áspero, árido, jodido, pero con suavidad, entonces yo traté de conservar hasta donde fuera posible esa intención del autor. Además porque en el fondo no es una película de narcotráfico, sino que es una historia de amor, el amor de un hombre apasionado por dos mujeres y cuyo contexto es el narcotráfico, casi que es un accidente que él sea narcotraficante.
Otra casa que procuré es dejar claro que Ancízar no quiere ser un capo de la droga. Él no quiere llegar a gobernar el mercado ni a volverse un rey de narcotráfico. Lo que quiere es, primero, entrar al narcotráfico porque está buscando el amor, recuperar a la mujer que quiere y sabe que la única manera es con plata, el sabe que si se pone a estudiar y a terminar una carrera nunca lo va a lograr, sabe que con dinero la puede conseguir y la puede comprar. Incluso lo dice tres o cuatro veces en la película: “A mí me da miedo esto que hago, yo lo que quiero es legalizarme, tener plata y vivir tranquilamente”. Pero no quiere disfrutar de la plata allá en España y ser un rico más, sino, disfrutar de la plata en Colombia. Es una humanización del personaje y lo aparta de la tradicional historia del capo que surge del pueblo hace billete y termina o asesinado o preso.
¿Cómo fue entonces el proceso de adaptación del texto de Molano?
El acuerdo con Alfredo es que yo iba a hacer un relato totalmente libre, de tal manera que yo era libre de hacer lo que quisiera. Desde el punto de vista técnico del oficio de escribir un guión a partir de algo literario, es muy difícil al comienzo, porque uno está amarrado por una historia que ya está escrita, y muchas veces uno encuentra que para lograr los objetivos que uno tiene desde la dramaturgia cinematográfica tiene que romper con eso, romper con la cosa literaria y eso literario volverlo imágenes en movimiento. Entonces ese es un proceso muy difícil, que me costó mucho trabajo pero que finalmente lo logré. Casualmente en el relato de Molano, que transcurre en España, no aparece ningún español. El relato está perfectamente diseñado desde la literatura, desde la crónica, y es muy eficiente y muy valioso, pero cuando yo me fui a desarrollar la dramaturgia para cine, me quedaba muy difícil no poner a un personaje español, para explicar cómo este tipo entraba y salía del país tan fácilmente. Por un lado porque mi preocupación inicial era dramatúrgica, cuando resolví esta preocupación entendí que la dramaturgia era una conveniencia para la coproducción con España, entonces eran dos cosas que se complementaban. Por eso me inventé que Virginia la esposa tenía un negocio como fachada legal allá en Madrid, que no lo tenía Molano y a mí me hacía falta. Al aparecer estos nuevos elementos se me abrieron las posibilidades.
Lo que sí luché por conservar del relato es la voz en off, que es el sustento narrativo de toda la historia. Traté de no mancillarla, digámoslo así, trate de no alterarla, casi todas las voces en off que ustedes escuchan en la película son textuales del relato, en el que Ancízar cuenta su historia desde la cárcel y al final se da uno cuenta de que la traición de estas dos mujeres lo llevaron a la cárcel a una condena de veinticinco años. Pero más que una traición es una venganza, entonces en el relato de Molano era desde la cárcel y, cumpliendo con el relato, yo le escribí lo de la cárcel. Lo que el espectador y lo que la gente supone como casi todos los relatos de narcotráfico es que o el personaje se muere o queda encarcelado y con eso se logra decir inconscientemente “el crimen no paga”, pero yo quería escaparme de eso, no quería dejar moraleja.
Siempre con el tema del narcotráfico y del dinero fácil hay implícito un planteamiento ético ¿Cómo fue el tratamiento ético de los personales y el tema?
La idea era humanizar a Ancízar, porque es un hombre ingenuo y sensible, sometido a dos mujeres. Él no es un asesino ni una persona que mande matar fácilmente. El personaje original del relato es totalmente amoral. Pero este Ancízar no quiere ser asesino. Él lo dice al comienzo de la película, yo no soy narcotraficante, soy exportador de coca. Esa frase irónica lo que encierra realmente es una negación ética a tener que hacer ese oficio. A él no le gusta ser narcotraficante, tampoco ser asesino y mucho menos de su mujer, pero las ganas de venganza lo llevan a planear que la maten, cuando describimos que no él fue, él descansa, dice estoy triste pero limpio, y es eso lo que lo lleva a buscar sus orígenes. Él es un tipo solo, es un tipo sin familia y se libera buscando sus orígenes de pescador, sus orígenes negros montado en una chiva, que todo eso es aporte del guión, porque en el relato él queda preso.
¿Ese final feliz y casi fabulesco está en función de conectar con el público?
Es una conexión con la lógica interna del personaje. El único motivo que tiene para meterse al narcotráfico es recuperar a su mujer y cuando pierde eso pierde también la motivación de ser narcotraficante, así que después de ése fue el camino que yo le vi y que sentí que tenía el personaje, sin buscar que le gustara a la gente, porque era el personaje quien me lo pedía, era un camino liberador que estaba en la búsqueda de sus raíces, de sus orígenes.
La virtud de la película es la capacidad de manejar dos grandes temas, por un lado, el asunto del narcotráfico con toda su ética y sus bajos mundos, y por el otro, la historia del triángulo amoroso, también con su ética y sus bajas pasiones ¿Cómo se construyó desde el guión ese doble conflicto y cómo los entrelazó en el relato?
Para mí fue difícil, yo sabía que era un relato de narcotráfico y un relato de amor, eso lo tenía claro, lo que no sabía era cuál iba a priorizar, inclusive una de las primeras versiones es de mucha más acción, más centrada en el narcotráfico y el drama amoroso esta allá como telón de fondo. Entonces me di cuenta de que era una película como cualquier otra, entonces pensé, no, esto es María llena eres de gracia. Así que me devolví y prioricé la relación amorosa. Cuando hice la segunda versión, lo prioritario era la relación amorosa y perdí el narcotráfico, que es un hecho importantísimo, entonces seguí buscando ese equilibrio, que fuera una película de un hombre que se enamora de dos mujeres, pero también que fuera una película de narcotráfico, entonces fue en esa tercera versión donde creo que logré ese equilibrio.
¿Cuánto tiempo duró todo el proceso de producción?
Cuatro años
Usted lleva mucho haciendo televisión y relacionado con el audiovisual, ¿Por qué apenas la ópera prima?
Yo llevo treinta años haciendo cine. Durante los ochenta hice producción, hice la producción de Rodrigo D, la de Visa Usa, hice diecisiete medio metrajes para un programa llamado Cine y televisión que tenia Focine, hice un documental con Lisandro Duque titulado Arquitectura de la Colonización Antioqueña, en fin, hice muchas cosas en cine como productor. Pero yo no quería ser un productor de cine, yo quería era ser guionista y quería dirigir y, sencillamente, me había metido en todo este cuento de la producción porque era más o menos lo que yo podía controlar. Después de Rodrigo D me llamó Pepe Sánchez para que lo ayudara como asistente de dirección de una comedia que se llamaba Romeo y Buseta, hará unos dieciocho años, y Pepe me condicionó a que yo escribiera los libretos. Yo nunca había escrito, pero sabía que tenía potencial para hacerlo y, de hecho, Pepe se retiró en el capítulo veinte, entonces yo asumí la dirección y los libretos, y me sentí muy bien, lo hice muy bien y el programa tuvo éxito y me di cuenta que eso era lo mío.
Después hice telenovelas, seriados, comedia, infantiles, trabajé mucho con una programadora que se llamaba producciones Punch. Hasta que en 1991 apareció la posibilidad de trabajar en La Gente de la Universal con Felipe Aljure y Manuel Arias. Ellos ya tenían escrito un guión, ese guión ganó en el festival de la Habana y el premio era en dinero, entonces decidieron hacer la película y me llamaron con ellos en el guión, hacerle una revisión final para llevarlo a cine. Ésa fue mi primera experiencia como guionista de cine. Además, era una película absolutamente independiente porque fue producida por cinco personas que estábamos trabajando en ese momento, no tuvimos ningún patrocinio, ni ningún premio fuera del de la Habana, el resto fue plata conseguida por nosotros. Ahí entre al cine ya desde otra perspectiva, entonces fui asistente de dirección de Felipe, fui coguionista de la película y además fui socio-productor de la película. Cuando terminamos, no había más perspectivas de cine, ni yo tenía un proyecto para hacer y volví a la televisión, hasta que hace cuatro o cinco años me decidí. Pensé que ya me estaba envejeciendo y no había hecho lo que quería, no había dirigido nunca mi película. Entonces empecé a buscar una idea, desarrollé un guión y empecé a funcionar para que esta película saliera adelante.
¿Cómo fue, entonces, ese paso del lenguaje televisivo al cinematográfico?
Fue duro, muy duro. Primero en el guión, yo había escrito mucha televisión, mucha telenovela, donde la dramaturgia es una, bien sea un largometraje bien sea una telenovela la dramaturgia es la misma, y la diferencia entre un libreto y un guión es grande pero sutil, y cuando uno viene después de diez años de hacer libretos para televisión dar el paso es jodido. Entonces yo sentía que era melodramático, sentía que estaba hablando como en televisión. Fui muy crítico, muy duro conmigo mismo y consulté mucho con amigos míos a los que les expresaba mis temores. Ya después en la realización también tenía el temor de caer en lo televisivo, porque es bien distinto en la televisión con tres o cuatro cámaras, pero aquí cuando uno se enfrenta a una sola cámara y cada plano es individual al otro, cuando va uno construyendo la escena, construyendo el lenguaje y construyendo lo que uno quiere decir, a partir de una cámara, entonces eso es un lenguaje que a uno lo separa inmediatamente de la televisión.
¿La idea es seguir haciendo Cine?
Sí. La idea es seguir haciendo cine, la idea es hacer otra película, ojala muy pronto.
Publicada en la Revista Kinetoscopio No. 86