Pálidas bodas de oro
Por Oswaldo Osorio
Medio siglo de vida es un período muy significativo como para ser condescendientes con el festival más prestigioso del país. Es cierto que sigue siendo el principal punto de encuentro del cine nacional, también que su conjunción de actividades lo hace el más completo e importante y que en los últimos años ha mejorado sustancialmente, pero lo que deberían ser cincuenta años de experiencia acumulada no se vieron de forma cabal en esta última versión.
Son muy grandes sus dos principales problemas como para no empezar por ellos. El primero es la calidad de las proyecciones. Las películas son la razón de ser de un festival, pero el público que las vio y los cineastas que las mostraron muy pocas veces salieron satisfechos de las funciones. En la sala sede, el Teatro Heredia, su capacidad es limitada y, sobre todo, no es un lugar apto para proyectar cine iberoamericano, por las deficiencias de su sistema de sonido. Mientras que en las salas de Cine Colombia, el festival nunca supervisó las funciones, a cargo, al parecer, de los peores proyeccionistas del país, pues sistemáticamente hubo problemas de sonido, enfoque, formato, cuadro y hasta una película fue proyectada de cabezas.
El segundo problema tiene que ver con la organización. Esperar el primer día tres horas por la escarapela de acreditación ya era un mal augurio. La queja permanente de muchos invitados especiales e internacionales fue la invisibilidad de los organizadores y la falta de acompañamiento por parte del festival. Pero en general se trata de una inexplicable discontinuidad con la experiencia del pasado, como si cada nueva versión fuera realizada por un equipo de trabajo diferente, repitiendo de forma sistemática los errores del pasado.
A pesar de las fallas en las proyecciones, lo mejor del festival, sin duda, fue el cine que se pudo ver. Parece una afirmación obvia, pero no lo es, porque hasta hace unos años la presencia de las películas en el festival no era garantía de su calidad. No obstante, en esta nueva versión pocas fueron las decepciones, tanto los títulos en competencia como las distintas muestras sostuvieron en general el nivel de un festival de calidad. Hay que resaltar que, como España era el país invitado, se pudieron ver dos importantes muestras, una del director homenajeado, Carlos Saura, y otra de un autor único y estimulante, José Luis Guerín. También la muestra de documentales iberoamericanos tuvo comentarios muy favorables por parte de los asistentes y la muestra internacional llevó unas cuantas joyas que de otra manera no se podrán ver en el país: Líbano, de Shmulik Maoz, Lunas de miel, de Goran Paskaljevic, y La otra orilla, de George Ovashvili.
De las catorce películas de la sección oficial hay que destacar, primero, la cinta que se llevó los principales premios, Gigante , de Adrián Biniez (Uruguay), una propuesta de una simpleza y sensibilidad conmovedoras, una historia de amor, soledad y cotidianidad construida con soltura y solidez. También fueron gratas sorpresas La Yuma, de Florence Jaugey, la primera película nicaragüense en veinte años; El último verano de la boyita, de la argentina Julia Solomonoff, por su evocadora historia desde la perspectiva infantil; Celda 211, de Daniel Monzón, un visceral relato sobre un motín en una cárcel española; y El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, la película que se acaba de ganar el Oscar a Mejor película extranjera.
Se estrenaron también dos películas colombianas, El vuelco del cangrejo, de Óscar Ruiz Navia, y Retratos en un mar de mentiras, de Carlos Gaviria. La primera es una propuesta sin concesiones al cine fácil y convencional, una exploración narrativa y estética que logra construir su historia y personajes de forma inteligente y sugerente. La cinta de Gaviria, por su parte, habla de la realidad problemática del país con cierta habilidad y contundencia. Se trata de una road movieque viaja hacia los estados más críticos del conflicto colombiano.
La programación académica estuvo un tanto deslucida y escasa en comparación con años anteriores, sólo se destacó el IV Taller de crítica cinematográfica organizado por la revista Kinetoscopio. De otro lado, hubo dos interesantes muestras relacionadas con el audiovisual nacional y el video: El concurso de video arte, que es un espacio prometedor y necesario, aunque sería conveniente una mayor participación de realizadores nacionales, así como una mejor asistencia del público a las proyecciones, cuya ausencia parece que se debió a la falta de información y promoción dentro del mismo festival.
La otra muestra es la de Nuevos creadores, organizada por la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Un espacio planeado con empeño, complementado por actividades académicas y con una gran respuesta por parte del público, especialmente los jóvenes. Seguramente en las siguientes versiones la participación de los realizadores de todo el país será mayor, lo cual aumentará el nivel de esta sección y será una buena vitrina del futuro del audiovisual colombiano.
En definitiva, el cine, que es lo importante, salió muy bien librado del festival. Los otros aspectos son soportables y con voluntad por parte de los organizadores se pueden corregir. Lo esencial es que el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, o FICCI como ahora lo quieren llamar, sigue siendo la principal fiesta del cine nacional.
PALMARÉS
El jurado fue conformado por el director cubano Enrique Pineda Barnet, el director checo Jiri Menzel, la productora argentina Lita Stantic, , director del Festival de Cine de Amiens Jean Pierre García y el escritor cartagenero Roberto Burgos Cantor.
- Mejor Película: Gigante de Adrián Biniez (Uruguay)
- Mejor Ópera Prima: Retratos de un mar de mentiras de Carlos Gaviria (Colombia)
- Mejor director: Adrián Biniez por Gigante (Uruguay)
- Mejor Guión: Adrián Biniez por Gigante (Uruguay)
- Mejor Actriz Protagónica: Alma Blanco por La Yuma (Nicaragua) y Teresa Ruiz por Viaje redondo (México)
- Mejor Actor Protagónico: Horacio Camandule por Gigante (Uruguay)
- Mejor Actriz de Reparto: Mirella Pascual por El último verano de la boyita (Argentina, España, Francia)
- Mejor Actor de Reparto: Eliézer Traña por La Yuma (Nicaragua)
- Mejor Fotografía: Lucio Bonelli por El último verano de la boyita (Argentina, España, Francia)
- Premio Especial del Jurado: El último verano de la boyita de Julia Solomonoff (Argentina, España, Francia)