¿Y dónde están las balas?
Por: Oswaldo Osorio
Con un cine tan heterogéneo como el colombiano es difícil hacer juicios categóricos, y eso es bueno. Pero aunque sea una falacia hablar de la cinematografía nacional como un todo o una unidad, eso no impide que se puedan identificar unas constantes y tendencias, algunas de ellas bien significativas en relación con lo que el imaginario colectivo, con todos sus prejuicios y desconocimiento de lo que siempre ha sido la cinematografía nacional, piensa de esta.
Lo primero que se hace evidente es el distanciamiento que de la conflictiva realidad del país ha tomado el grueso de estas dieciséis películas estrenadas en 2013. Todo parece indicar que es una cobarde reacción ante la siempre infundada idea de que el cine colombiano estaba saturado de violencia y realidad. Solo Amores peligrosos (Antonio Dorado) y Estrella del sur (Gabriel González) tienen como tema central esos problemáticos asuntos del país, los cuales aún no están agotados ni han sido tratados suficientemente por el cine. Y como siempre ocurre cuando el cine colombiano aborda estos temas, resultaron ser dos de las películas más interesantes del año.
En contrapartida, llama la atención la cantidad de películas que se van a las antípodas, esto es, hacia la comedia populista y los temas ligeros: El control (Felipe Dothée), De rolling por Colombia (Harold Trompetero), La justa medida (Colbert García) y El paseo 3 (Juan Camilo Pinzón). Este tipo de filmes es necesario en cualquier cinematografía, pero que sea una cuarta parte de la producción anual sí es un poco excesivo. Además, como es natural, es el cine que más espectadores lleva a las salas, el que infla las estadísticas de "todo el cine colombiano que el público está viendo", aunque sea el de menor valía y el más olvidable.
Hubo también búsquedas interesantes, como Edificio Royal (Iván Wild), Cazando luciérnagas (Roberto Flores Prieto) y Crónica del fin del mundo (Mauricio Cuervo). Tres películas que se arriesgaron con sus propuestas narrativas y sus historias, cintas que funcionan para festivales y para los cinéfilos, pero que son parias en la taquilla. Son filmes que (además de los dos que tienen que ver con la realidad del país) es más posible que sean repasados por la historia del cine nacional y podrán ser revisitados por futuros espectadores sin que pierdan su fuerza y significado.
Hay también un grupo de producciones que buscan ese punto medio entre un cine atractivo para el público y de peso en sus temas y propuestas cinematográficas. Aunque son películas muy distintas entre sí y de irregulares o diferentes resultados, las une el hecho de que apelan al cine de género para lograr ese equilibrio: Lo azul del cielo (Juan Uribe), Secretos (Fernando Ayllón) y Roa (Andrés Baiz). Es el cine más impredecible, tanto en lo que pueden lograr en la taquilla como en lo que terminan proponiendo cinematográficamente.
Cada año también está la cuota de las coproducciones, de las que se puede esperar lo mejor y lo peor, como es el caso de Pescador (Sebastían Cordero) y Crimen con vista al mar (Gerardo Herrero), perfectos ejemplos de lo uno y lo otro, respectivamente. Por otro lado, lo que sí es novedad, es que se estén estrenando también documentales, como fue el caso de La eterna noche de las doce lunas (Priscilla Padilla) y Don Ca (Patricia Ayala). Aunque estas películas son marginales dentro del cine colombiano de ficción, que ya desde hace mucho es un marginal, eso a pesar de que cada año, como en este, tiene una oferta de películas de todo tipo y para el gusto de cualquier espectador.
Publicado el 5 de enero de 2014 en el periódico El Colombiano de Medellín.