Por Jonas Mekas
Algunos hablan del final de la Historia.
Hay otros que dicen que nos encontramos en los últimos días del Cine.
¡No creáis ni a los uno ni a los otros!
Y la industria del Cine, y los Museos del Cine celebran a lo largo y ancho del mundo el centenario del cine; y hablan de los millones de dólares que sus cines han ingresado; y discuten de sus Hollywoods y de sus estrellas, pero ninguno hace mención al avantgarde, a los independientes, a NUESTRO CINE. Yo he visto los programas, los catálogos de los museos, y los archivos, y las cinematecas por todo el mundo. Yo sé de qué cine están hablando.
Pero quiero aprovechar esta ocasión para decir lo siguiente:
En estos tiempos de la enormidad, de las películas para el gran espectáculo, de producciones de cientos de millones de dólares, quiero tomar la palabra a favor de lo pequeño, de los actos invisibles del espíritu humano, tan sutiles, tan pequeños que mueren en cuanto se les coloca bajo la luz solar.
Quiero brindar por las pequeñas formas cinematográficas, las formas líricas, los poemas, las acuarelas, los ensayos, los bocetos, las postales, los arabescos, las letrillas y las bagatelas, y los pequeños cantos en 8 mm.
En estos tiempos en los que todo el mundo ansía tener éxito y vender, yo quiero brindar por aquellos que sacrifican el éxito social por la búsqueda de lo invisible, de lo personal, cosas que no reportan dinero ni pan, y que tampoco te hacen entrar en la Historia Contemporánea, en la Historia del Arte o en cualquier otra Historia.
Yo apuesto por el arte que hacemos los unos por los otros por amistad, por sí mismo. Yo me planto en mitad de la Autopista de la Información y me río, porque el batir de las alas de una mariposa sobre una pequeña flor, en alguna parte, basta, yo lo sé, para cambiar a fondo el curso entero de la Historia. El pequeño y dulce traqueteo de una cámara Súper 8 en el sudeste de Manhattan y el mundo entero ya no será el mismo.
La verdadera historia del cine es invisible, la historia de amigos que se encuentran, que hacen lo que aman.
Para nosotros el cine comienza con cada nuevo susurro del proyector, con cada nuevo susurro de nuestras cámaras, nuestros corazones se abrazan mis amigos!
(publicado por Trafic nº 23, otoño 1997, traducido por “cabeza borradora”, nº 2, junio 2003)