Gótico americano
Resulta refrescante y estimulante cuando el cine no es obvio. Por ejemplo, cuando un thriller lleno de asesinatos no es con iluminación en alto contraste, personajes bizarros y locaciones amenazantes. Y eso es justo lo que sucede en esta película, en la que la intriga, el suspenso y las sorpresas propios del thriller, no están dados de manera obvia y redundante (como tanto ocurre con este género en Hollywood), sino que se presentan con sutileza y casi marcando un contraste con las habituales atmósferas de este tipo de cine.
Y es que si bien se trata de una cinta de Hollywood, es realizada por el director coreano más destacado de los últimos años, Park Chan-Wook, autor de la célebre Trilogía de la venganza (Simpatía por el Señor Venganza, Oldboy y Lady Venganza). Un director con gran inventiva visual, personajes extremos e historias inquietantes, de quien temíamos fuera a ceder en estas virtudes al espíritu corruptor de la Meca del cine.
Pero no hubo tal corrupción, al contrario, en esta película logra los mismos efectos pero lo hace con mayor contención y madurez. No tuvo que apelar a imágenes chocantes o intrincados juegos con la estructura narrativa para conseguir ese efecto casi hipnótico e inquietante en el que el espectador realmente está expectante por lo que va a suceder. Porque esta película, aunque todo parece normal y tranquilo, está llena de detalles (una araña que se acerca a un zapato, una llave empacada en una caja) que prefiguran que hay mucho más bajo esa superficie.
Aquí nada es lo que aparenta. Incluso la belleza campea por todo el universo de la película: en los espacios, el paisaje, los personajes, los detalles y hasta en el clima. No obstante, como la mayoría de los thrillers, comienza con una muerte. Y de ella se empieza a desprender todo un ambiente de misterio y turbación sin que realmente pase nada violento hasta casi la mitad del relato. Pero todo el misterio y la tormenta que se avecina la intuimos a través de los ojos de India, la protagonista, así como de la forma en que el director la mira y la hace mover en aquel mundo bello y apacible.
Sin embargo, lo que en ella parece timidez y ensimismamiento, en realidad significa una latente oscuridad en su personalidad, la cual necesita un disparador para sacar lo que trae en la sangre. Por eso, en el fondo, se trata también de una historia sobre la pérdida de la inocencia, solo que contada en clave de un sutil thriller. Claro, sutil en principio, porque luego termina desbocándose, pero de una manera lógica, de forma que, por más extremos que sean los giros, no hay nada gratuito ni forzado.
Con esta Lazos de sangre (Stoker, 2013) definitivamente estamos ante el Park Chan-Wook que conocemos, el que enfrentó a un hombre contra casi dos docenas de oponentes armados solo defendiéndose con un martillo. Sus imágenes siguen siendo bellas e ingeniosas (con sus enfáticos movimientos de cámara, planos aberrados y simbolismos visuales), sus historias truculentas y sus personajes extremos, sin embargo, esta vez lo hace con un pulso más firme, sin burdos efectismos, con lo cual logra un relato definido por el contraste entre la quietud y la belleza frente a los giros inesperados y la pulsión asesina.
Publicado el 22 de abril de 2013 en el periódico El Colombiano de Medellín.
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