O sobre una juventud lejana
Por Oswaldo Osorio
Esta película es el mito que forjó un mito. Es la rebeldía juvenil mitificada que reclamó un cuerpo en la humanidad de James Dean, un joven actor que poco antes había debutado en el cine (Al este del Edén, 1954) y que poco después fallecía en un accidente automovilístico a la edad de 24 años. Aunque no era tan rebelde, el equívoco título de esta película y la manera como murió, así lo ungieron para la posteridad y para una masa de fanáticos que vieron en él lo que querían ver. Porque en realidad James Dean era en dedicado actor que trabajó en Broadway y pasó por la célebre Actor’s Studio, esa cuna de la actuación de donde salieron los más reputados actores de Hollywood de la década del cincuenta.
A riesgo de desmitificar el mito y de decepcionar algún fan, me atrevo a decir que, de un lado, Rebelde sin causa en su tratamiento y temática se inscribe en la tradición del melodrama y en el clasicismo de Hollywood en cuanto a su concepción formal; mientras que del otro, James Dean personifica al joven desadaptado e impetuoso (que no rebelde, o al menos rebelde con causa) que acusa un comportamiento indócil y obstinado a causa, no de una posición desafiante y de descontento ante el mundo o la vida, sino de una elemental negación freudiana ante una particular situación familiar. Es una película llena de personajes estereotipados con excepción, justamente, del interpretado por James Dean, quien recrea de manera sólida y convincente (teniendo en cuenta, claro, los excesos propios del tipo de actuación que imperaba en la época) a un joven atormentado, sensible y vulnerable.
Aunque esta película en esencia es un “relato primario sobre delincuencia juvenil” y repitió un poco la fórmula de películas como El salvaje (Laslo Benedek, 1954) y Blackboard jungle (Richard Brooks, 1954), en la perspectiva temporal, y aunque se pueda antojar ingenua su mirada, resulta interesante como registro de una época, de una juventud lejana, de una realidad social en particular y hasta de una forma de hacer cine en Hollywood, una forma que ya comenzaba su declive. Pero sobre todo, resulta interesante la confrontación de un mito como el de James Dean, que a pesar de textos como éste, nunca pierden su brillo, todo lo contrario, porque los mitos están fuera del alcance de la racionalidad del hombre y eso es lo que los hace cada vez más grandes y fascinantes.