Un filme poco frecuente
Por Oswaldo Osorio
Refiriéndose a Reservoir dogs (1992), la opera prima de Quentin Tarantino, Guillermo Cabrera Infante escribió alguna vez: “Nunca desde El ciudadano Kane, salvando las distancias dramáticas, el debut de un director ha sido acogido por la crítica con mayor reclamo.” Esta relación tan directa y significativa que hace el célebre escritor y crítico cubano entre Tarantino y “el genio poco frecuente” de Orson Welles, cobra mayor fuerza si se aplica a Pulp fiction (1994), esa virtual obra maestra del cine de fin de siglo que, al igual que El ciudadano Kane hace más de medio siglo, rompió anquilosados esquemas e implícitamente propuso una renovación del cine con su original y audaz perspectiva para abordar temas, personajes y ese viejo oficio de contar historias.
Por eso Quentin Tarantino parece ser otro “genio poco frecuente”, de esos que sólo aparecen cada cincuenta años (lo acaba de confirmar con su última y esperada película, Jackie Brown, 1998). Con sólo tres guiones y tres películas en su haber, se ha convertido en un fenómeno, no sólo del cine de Hollywood sino también del cine de autor, una combinación tan rara como una película de gángsters con más palabras que balas. Porque eso es el cine de Tarantino, eso es Pulp fiction, un cine donde, a pesar de los ambientes donde se desarrolla y las historias que nos cuenta, las palabras y sus dueños tienen más peso que la acción misma, y esto se revierte en la principal virtud y característica del cine tarantiniano: además del ingenio y el brío de sus historias, su verdadera fuerza y originalidad está en la construcción de sus personajes, en su consciente amoralidad, en la riqueza de sus diálogos superfluos y cotidianos, en su substancial relación con los otros personajes y en la manera como hacen parte del complejo y sutil engranaje de las historias creadas por este director.
En el engranaje de Pulp fiction hay, al menos, cinco historias, todas ellas atravesadas por la fragmentación del tiempo, las rupturas de continuidad y las geometrías del guión, todas ellas contienen otras historias cual juego de muñecas rusas; porque el cine de Tarantino también es relato, original e insinuante, aparentemente trivial y desenfadado pero en realidad poderosamente sugestivo, tanto que no son suficientes las poco más de dos horas de su metraje para percibir en su real dimensión todos sus personajes, sus atmósferas, sus historias, su diálogos y sus imágenes, es necesario pensarla después, reflexionarla y digerirla: Pulp fiction realmente no termina cuando aparecen los créditos finales, dependiendo de cada espectador, es una película que termina horas o días más tarde. Para algunos todavía no ha terminado.