El dolor de una familia incompleta

Por Oswaldo Osorio

Muchas películas empiezan con una desaparición, aunque la mayoría de ellas lo hacen para dar inicio a una búsqueda desesperada o a un intrigante thriller, pero esta cinta francesa, a pesar de que algo de eso tiene, lo hace para desarrollar un emotivo drama en el que la culpa y la familia son los elementos que determinan la construcción de los personajes y su relación entre ellos.

La mayor parte de la carga dramática y argumental la lleva sobre sí Paul, interpretado por el actor Benoît Magimel, un escritor que tras la desaparición de su mujer se va a su pueblo natal con sus dos hijos, más que a reconstruir su vida, a tratar de hacerla soportable con el apoyo de su hermano y su cuñada. El cambio del paisaje físico de París a un tranquilo poblado a orillas del mar, también implica un cambio emocional, tornando la desesperación en melancolía y casi apatía por vivir.

Lo que más llama la atención de este filme y lo que lo hace un drama cercano y complejo, es que Paul no es un hombre ni un padre ejemplar, ni siquiera un muy virtuoso escritor. Se trata de un hombre quebrado por un trágico suceso que afronta esa situación y la crianza de sus hijos de manera errática y temperamental. Es su debilidad y desamparo emocional lo que más conmueve y atrae de esta película.

Y si todo empieza cuando una familia se ve desmembrada por la desconcertante desaparición de la madre, es en la familia misma donde puede estar el consuelo y la solución a los problemas. La calidez del hermano de Paul y las demandas de sus hijos por continuar con la vida a pesar del dolor, son el refugio para no abandonar toda esperanza y la vida misma. Es una familia herida, pero aún una familia, en la que hay unos fuertes lazos creados por los afectos y las necesidades.

Esta película es un relato que sabe iniciar su historia con un acontecimiento extraordinario, pero luego encausarlo en una atmósfera de cotidianidad llena de sutilezas y momentos verdaderos, ya divertidos, emotivos o tremendamente dolorosos. Y todo con un estilo espontaneo definido por la puesta en escena y una imagen convincente determinada por el realismo. Y claro, sabe también terminarla con un hecho igualmente extraordinario.

Contra el viento (Des vents contraires, 2011) es buen cine francés, del que pocas veces llega a nuestra cartelera. Una película intensa emocionalmente y con la fuerza dramática de las situaciones y personajes cercanos a la vida. Por momentos a uno se le olvida que está viendo una película, por la forma entre simple y envolvente en que esta cinta nos hace presenciar el drama de este hombre y sus dos hijos.

TRÁILER

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