Propaganda contra el mal

Por Oswaldo Osorio

Cuando Estados Unidos y sus compinches invadieron a Irak en 2002, hablaban del “Eje del Mal” para referirse a este país junto todos los que estaban en contra de su imperio. Que una película sobre Uday Hussein, el hijo mayor de Sadam Hussein, se titule El doble del diablo (The Devil's Double), es señal inevitable de que se trata de una visión del personaje y su historia cruzada por la mirada del vencedor que aún hace propaganda de guerra.

Aunque la producción es inglesa, toda está hecha con la lógica y parte del personal de Hollywood. Incluso su director, el Neozelandés Lee Tamahori, quien tanto nos entusiasmó con su ópera prima (Somos guerreros, 1994), luego devino en un común realizador de thrillers o de películas de acción, incluso dirigió una de las entregas de James Bond (Otro día para morir, 2002).

No obstante, con estos datos no estoy argumentando la idea de que esta nueva película se trata de otra cinta más de Hollywood, que esquematiza y mira de forma maniquea un tema que tiene su carga política. Eso solo es cierto parcialmente, porque también se puede ver en ella un intenso thriller, creado con precisión y en el que se ponen en juego otras consideraciones, sobre todo en relación con la corrupción del poder.

Y es que la película se articula sobre el contante contrapunto entre las dos caras de una moneda que tiene la misma imagen. De un lado, Uday Hussein, un hombre cruel, vicioso y sicópata que toma todo lo que quiere, sin ningún escrúpulo ni consideración. De otro lado,  Latif Yahia, quien fuera obligado a ser su doble (cosa que siempre se ha puesto en duda), y que es dibujado como el iraquí patriota y con un claro sentido moral de lo que es correcto y lo que no.

Independientemente de este maniqueísmo, donde el malo es más que malo y con él todo lo que representa (el régimen terrorista derrocado por las potencias de Occidente), es un relato que sostiene una tensión creciente a partir del referido contrapunto. A pesar de los trazos obvios, también es posible reflexionar acerca de esos tiranillos, sobre los que no hay ley ni justicia, que toman y tiran lo que quieren amparados en un poder que ni siquiera es suyo.

Es inevitable preguntarse constantemente durante la película qué tanto de eso fue verdad. Porque en estas reconstrucciones biográficas, en las que la realidad puede estar condicionada por imperativos dramáticos o ideológicos, se trata de una pregunta no solo válida sino necesaria, pues con este tipo de películas, aunque estén empacadas para ser entretenimiento por vía del cine de género, es recomendable hacer una lectura atenta de sus elementos y no caer en la trampa de ser instruidos por un discurso que termina siendo pura propaganda.

Publicado el 12 de noviembre de 2012 en el periódico El Colombiano de Medellín.  

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