Con seria irreverencia

Por Oswaldo Osorio

El cine fantástico (pero aquel que no solo se interesa por el entretenimiento) plantea una “realidad otra” para comentar nuestra realidad, para decir algo de ella de manera indirecta pero con mayor fuerza poética o metafórica. Esta película es una suerte de fantasía, aunque no la de un director de cine de género que nos quiere trasladar a mundos de magia o de ciencia ficción, sino la fantasía de un ateo, pero de uno que, aún así, cree en el papel de la Iglesia como una de las guías del mundo.

La fantasía parte, inicialmente, de la posibilidad de que antes de ser anunciado el nuevo Papa, éste tenga un ataque de pánico por el peso de tal designación. Este planteamiento es en parte un divertimento para burlarse un poco de ciertas instancias y propiedades de la Iglesia y los clérigos, pero también, y sobre todo, una excusa para sugerir entre líneas asuntos más de fondo, no solo sobre esa institución sino sobre el mundo actual.

Las dudas de este Papa pueden ser las mismas de Cristo. Pero lo importante aquí es leerlas en relación con este mundo en que vivimos. Y ese es el primer dardo envenenado de Moretti contra esta entidad religiosa: sembrar la duda en hombres a quienes los define la fe. Y si duda el hombre de mayor fe, el elegido por Dios a través de un colegio de cardenales, ¿Quién está exento de dudar y cuán mal andará el mundo de hoy?

Por otro lado, si la fe no tiene las respuestas, tal vez las tenga la razón. Entonces Moretti continúa aún más insidioso y propone al sicoanálisis como la solución. Esto le sirve para contrastar razón y fe, para darles la oportunidad de que cada una dé sus argumentos, pero también para ridiculizarlas un poco y poner en evidencia sus limitaciones. Tal vez para sugerir que puede ser más fácil encontrar las respuestas con la unión de ambas, dejando a un lado los dogmas y fundamentalismos.

Ahora, en lo que se refiere a la acción y la trama, el relato propone un bien diferenciado contrapunto. Por un lado está el confundido Papa vagando y cavilando por las calles de Roma, y por otro el colegio de cardenales en una espera que termina en asueto. Así, mientras el uno aparece aplastado por el peso de sus angustias y dudas espirituales, en los otros es el cuerpo el que toma la preeminencia y se abandonan a prácticas más ligeras y terrenales.

Y tal vez en la descompensación de este contrapunto es donde esté la mayor debilidad de esta película, pues el tono reflexivo del conflicto que vive el Papa, y en especial lo significativo de sus dilemas en relación con quien es y lo que representa, se impone ante el tono farsesco de los cardenales jugando cartas y voleibol, así como ante la ruidosa presencia del sicoanalista entre ellos. De ahí que algunos pasajes de este segundo componente argumental se antojen absurdos y disparatados, a veces para bien (por vía del humor y la irreverencia con toda esa sacralidad), a veces para mal (con momentos verdaderamente salidos de tono e innecesarios).

Nanni Moretti es un director que rara vez defrauda y que sorprende con su versatilidad y la originalidad de sus propuestas. En esta cinta la posibilidad de sorprenderse es inevitable. Nos propone lo impensable pero para obligarnos a pensar en asuntos importantes. A veces disparatada e irreverente, otras profunda y grave, esta historia nos da el golpe de gracia con un final más sorprendente y desolador aún, para que, de verdad, nos pongamos a pensar. Y luego de pensar bien y ser realmente conscientes de las implicaciones de ese final, este puede resultar más terrorífico que cualquier película del cine fantástico.

Publicado el 13 de mayo de 2012 en el periódico El Colombiano de Medellín. 

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