Película para un actor

Por Oswaldo Osorio

Ésta película es de Sean Penn. No por el Oscar, pues si ese premio realmente hiciera justicia, ya hace mucho y un par de veces que se lo habría ganado. De ahí que quienes eventualmente se la vean doblada se perderán lo más importante. Así mismo, quienes conozcan la filmografía del actor seguramente la disfrutarán más. Por ejemplo, aquellos que vieron Río místico o Todos los hombres del rey, no podrán más que complacerse con el personaje que en esta nueva película hizo el mismo actor.

Así que es una cinta más de actor que de director. Eso a pesar de estar dirigida por un cineasta de respeto que ha realizado un puñado de joyas, como Cowboy junkies, Perdidos en la noche, Todo por un sueño o Elephant. Pero también es el mismo que ha dirigido infortunadas y complacientes cintas como Good Hill Hunting y Encontrando a Forrester, y qué decir del innecesario gesto de repetir (no de hacer su propia versión) nada menos que Sicosis.

En Milk lo único que hay de su buen cine es, a lo sumo, la coincidencia temática con algunos de sus mejores títulos, por lo demás, se trata de una película que pudo haber hecho cualquier otro director, y no necesariamente de mucho talento. Y es que es una película que casi termina perteneciendo a ese subgénero practicado con calculada asepsia en Hollywood, llamado biopic (biografías cinematográficas), que casi siempre apenas si tiene un interés informativo.

En este filme se impone una dinámica argumental jalonada por las victorias políticas de Harvey Milk y su movimiento. Ahí está puesto todo el énfasis, en el personaje en relación con la gesta que promovió y le tocó vivir: el primer homosexual declarado que fuera electo por voto popular a un cargo público en Estados Unidos a mediados de los setenta. El retrato que hace Gus Van Sant se ocupa de dar cuenta de ese evento y sus consecuencias más inmediatas y externas. Ni más ni menos.

Si bien es cierto que de fondo quedan bosquejados los argumentos y las implicaciones éticas, políticas y sociales del debate sobre la lucha por los derechos civiles para los homosexuales en ese país, así como la doble moral y la intolerancia puritana de muchos en aquel entonces, apenas llega a ser eso, un bosquejo de lo que pudo ser una reflexión más profunda, pues todo eso termina arrinconado por la sistemática sucesión de acontecimientos, situaciones y personajes.

Incluso los momentos más dramáticos, como el suicidio, por ejemplo, son pasados tan despreocupada y rápidamente como cuando en un libro el elector se encuentra con una página en blanco. Porque una probable construcción sólida e intimista, de su sexualidad si se quiere, es sacrificada por el personaje político, sus batallas de turno y las preocupaciones del momento.

El conflicto político es importante, es nada menos que el leivmotif de toda la historia, pero todo eso sin desarrollar sólida y profundamente los temas políticos implicados ni la personalidad de su protagonista más allá de lo anecdótico, simplemente se queda en la recreación informativa de un hecho y un personaje históricos.

Por eso, si bien es cierto que este texto empezó alabando a Sean Penn y su interpretación, fue porque es lo que más se destaca, no necesariamente por ser lo ideal, pues un mejor personaje habría dado una mejor interpretación. Y ésta sólo sirve para el lucimiento de su versatilidad y, claro, para ganar premios como el Oscar, que se especializan en galardonar a este tipo de personajes, que no de actores.

Publicado el 24 abril de 2009 en el periódico El Mundo de Medellín.

FICHA TÉCNICA

Dirección: Gus Van Sant
Guión: Dustin Lance Black
Producción: Dan Jinks y Bruce Cohen
Música: Danny Elfman
Fotografía: Harris Savides
Reparto:
Sean Penn, James Franco, Emile Hirsch, Josh Brolin, Diego Luna, Alison Pill, Victor Garber, Denis O'Hare.
USA - Año: 2008 - 128 min.

 

RECIBA EN SU CORREO LA CRÍTICA DE LA SEMANA