Wally “El Sucio”
Por Oswaldo Osorio
¡Ésta sí es una película de Clint Eastwood! Dirán seguramente quienes crecieron (y envejecieron) viendo al vaquero Sin Nombre de Sergio Leone y al duro policía de Don Siegel. Luego el mismo Eastwood, como director, continuaría los pasos de sus dos maestros, haciendo películas de individualistas con madera de anti-héroes, definidos por su honestidad y sus principios firmes, aunque muchas veces algo fascistas. Pero a pesar de que acababa de hacer dos “películas de chicas” (Golpes del destino y El Sustituto) un tanto sentimentales y condescendientes, vuelve a sus viejas andadas con esta cinta impecable en su elaboración y contundente en sus planteamientos.
Sin hacer demasiado alarde, ni visual ni narrativo, el veterano Eastwood encara, delante y detrás de la cámara, una historia tan simple en su argumento como compleja en sus implicaciones. Con su mirada de viejo sabio, pero mascullando en tono recriminatorio y con el lenguaje que conoce, le da una mirada a su querida Norteamérica y a algunos de sus problemas más críticos: la violencia, el racismo y la intolerancia.
Luego de la muerte de su esposa, a Walt kowalski no le queda nada en la vida. Ni familia, ni salud y ni siquiera el país por el que luchó. Desde las primeras escenas el director-actor deja clara su posición desengañada y de desprecio (sin ahorrarse los escupitajos) ante las nuevas generaciones y su pérdida de valores, así como ante la sociedad entera, que es el resultado de esos nuevos valores.
Sin embargo, tampoco es radical, pues demuestra que puede dialogar con quienes están dispuestos a hacerlo, quienes por más diferentes que sean, tienen en común con él los mismos principios de civilidad y respeto. La crítica a la situación de su país se evidencia aún más cuando los únicos interlocutores que encuentra son sus vecinos de origen vietnamita. ¿Por qué justo esos chinos “contra” los que luchó en Corea? ¿Es que ya no es posible establecer ese diálogo con los de su país? La respuesta a esto es clara por la forma implacable en que describe a sus indolentes hijos y sus detestables nietos.
Si bien el esquema es conocido, el del viejo cascarrabias que termina demostrando su nobleza ante la gente más inesperada, a partir de él Clint Eastwood recupera un personaje ya definido en muchas de sus cintas como actor y/o director, desde Harry “El Sucio” (1971) hasta Deuda de sangre (2000). Es un personaje que funciona perfectamente como agente dramático y de acción, pero también para reflexionar sobre la sociedad y la naturaleza humana. Aunque ahora es un personaje más sosegado, igual que la cadencia narrativa de sus filmes, sin que esta calma socave de forma alguna la determinación de su carácter o su áspera y honesta visión del mundo.
Y justamente de estas últimas características es que se desprende el inesperado y refrescante ingrediente de humor que tiene este filme, a pesar de ser una historia sometida a una constante tensión por la amenaza de los antagonistas. La actitud políticamente incorrecta y declaradamente racista de Walt Kowalski, en especial en la relación con sus jóvenes vecinos, resulta siempre espontánea y divertida. Pero si bien es cómica la sarta de insultos y agravios a sus nuevos amigos, más que ofender, se evidencia que ésta es la forma de acercarse entre ellos, para no caer en sentimentalismos o delicadezas que no van con su naturaleza.
Hacia el final, esa tensión de la historia se hace más fuerte, se consolida la relación entre el viejo patriota y los inmigrantes “chinos”, el humor sigue salpicando los diálogos, pero la crítica situación social a la que están sometidos no les deja otra salida que la confrontación, que la necesidad de tomar medidas tan radicales como la amenaza que los agravia. Y el viejo Clint Eastwood-Walt Kowalski hace lo que tiene que hacer, proporcionándonos un desenlace con todas las buenas virtudes de su carácter y su cine: rudeza, principios férreos, integridad humanista y contundencia cinematográfica.
Publicado el 20 de marzo de 2009 en el periódico El Mundo de Medellín.
Producción: Clint Eastwood, Robert Lorenz y Bill Gerber
Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens
Fotografía: Tom Stern
Reparto: Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, Brian Haley.
USA – 2008 - 116 min.