O el amor insatisfecho
Por Oswaldo Osorio
Consterna pensar que cada película de Woody Allen pueda ser su última película. Sobre todo porque lo que más sorprende de su cine es que aún nos siga sorprendiendo, que todavía tenga cosas por decir, esto muy a pesar de sus más de setenta años y cuarenta películas sólo como director. Y es un director norteamericano pero con mentalidad europea, incluso desde hace unos años está haciendo películas en el viejo continente, porque en su país de origen ya no lo comprendían, como a Kubrick y a muchos otros artistas. Y allí en Europa parece que su visión del mundo está más en sintonía con sus personajes y situaciones.
De hecho, la historia que en esta ocasión trae se funda, en parte, en esa diferencia que hay entre ambos mundos y mentalidades, saliendo muy mal librados los estadounidenses, por supuesto. En principio es una comedia romántica como cualquiera, que, como es natural, empieza por el esquema “chico encuentra chica”. Aunque la primera variación sustancial es que introduce a dos chicas, las del título. Y en su presentación se afana por definir la personalidad de cada una de ellas, puesto que es lo que las diferencia, justamente, donde está la propuesta esencial de esta película.
Y lo que Allen propone, primero, lo insinúa con una sentencia de uno de sus personajes, quien dice que “sólo el amor insatisfecho puede ser romántico”; y después, lo confirma con el comportamiento y las decisiones que toman sus protagonistas. Se trata de plantear dos posiciones opuestas ante el amor: mientras Vicky piensa en que el amor debe ser una segura y sólida decisión que dure toda la vida, Cristina necesita cambiar constantemente para renovar ese sentimiento y encontrar la felicidad, aunque sea momentánea. Es decir, habla del cambio y la permanencia en relación con el amor, o lo que es lo mismo, la ilusión efímera y la prisión emocional.
En medio de ellas están los europeos, una pareja de españoles con una relación tormentosa pero con una concepción distinta de lo que debe ser el amor y lo que se puede hacer obedeciendo sólo a él y no a condicionamientos morales o sociales. Son ellos los que creen en el amor insatisfecho como algo romántico. Lo creen y lo practican, sin los aspavientos de esas turistas que parecen haber ido a Barcelona sólo en busca de exotismos, culturales y emocionales. Por eso esa imagen final tan simple y a la vez tan contundente: las dos mujeres de regreso a sus pobres vidas, sin nada entre las manos, anhelando lo que perdieron y derrotadas afectiva y emocionalmente.
Eso muy a pesar de que en Barcelona se encontraron con dos parejas que son la prueba de esa diferencia de mentalidades y de dos posibles formas de asumir el amor: Mientras que sus amigos y compatriotas viven una relación sostenida por la fuerza de la costumbre, la pareja de españoles es toda pasión y espontaneidad. Y aunque podría decirse que al final nadie queda contento, sí es posible ver en los españoles, sobre todo en Juan Antonio, una posición más lúcida frente a los azares y dificultades del amor. Él siempre está tranquilo, feliz incluso, porque sabe aceptar el cambio, la permanencia, la ruptura, los amores imposibles y ve con naturalidad que a alguien le pueda gustar más de una persona al mismo tiempo.
De manera que esta última película del gran Woody Allen se trata, como muchas otras suyas, de una comedia romántica aparentemente leve, pero que termina mirando de forma inteligente y compleja el conflicto central de toda comedia romántica, esto es, la batalla de los sexos. Y lo hace con sus recursos de siempre: muchos diálogos, construcción de personajes, actores hechos a la medida para esos roles y una trama juguetona. Son los recursos de siempre y el tema más recurrente de toda su filmografía, y aún así, todo es nuevo y hasta revelador.
FICHA TÉCNICA
Dirección y guión: Woody Allen
Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum y Gareth Wiley
Fotografía: Javier Aguirresarobe
Reparto: Javier Bardem, Patricia Clarkson, Penélope Cruz, Kevin Dunn, Rebecca Hall, Scarlett Johansson.
España, USA – 2008 - 96 min.