El oeste prometido

Por Oswaldo Osorio

¿Dónde está el David Cronenberg visceral y truculento, idólatra enfermizo de oscuros juegos con la carne? Pues en el pasado, y allí está bien esa obra que tanto fascinó y sorprendió a todo espectador que algo tuviera de perverso y fueran de su gusto las audacias mentales y orgánico-corporales. Porque lo que ha hecho este director canadiense con sus dos últimas películas es, aún manteniendo esa visceralidad y truculencia como contenida esencia, construir unos perfectos thrillers que dan cuenta de su madurez creativa y precisión narrativa, sin dejar de ser tan perturbador como lo era antes.

Es inevitable resaltar el parecido de este filme con el anterior del director, Una historia violenta (2005). El esquema es muy similar, esto es, en la vida ordinaria de alguien aparece una amenaza, un elemento extremo sustentado en la violencia. Pero mientras en Una historia violenta el asunto se resuelve relativamente fácil, aunque no exento de sugestión y fuerza, y con un héroe tremendamente simpático y sin tacha, en promesas peligrosas esa amenaza sostiene la tensión durante casi todo el filme, haciéndose cada vez más pesada y asfixiante, mientras que el espectador y la protagonista están desamparados ante la inexistencia de un héroe tranquilizador.

Ese héroe parece el mismo en las dos películas, de hecho, están interpretadas por el mismo actor, pero Viggo Mortensen y Cronenberg supieron cómo darle unos matices diferenciales, matices que empiezan a ser definidos por el guión mismo, y aunque al final nos damos cuenta de que no es tan diferente de aquel hombre de familia de Una historia violenta, en general en esta cinta resulta el elemento más sugestivo e intrigante, esto sustentado por la ambigüedad de sus actos y su moral.

Se trata de un thriller, pero más específicamente ubicado dentro del cine de gangsters. Pero no son los gangsters de Hollywood o de Scorsese, son unos, al parecer, menos caricaturescos y más desconocidos, y por eso más temibles. Se trata de la mafia rusa en Londres. Una organización y una ciudad que nos son extrañas. Y David Cronenberg las hace aún más extrañas cargándolas de un turbador y atemorizante sentido. La ciudad la hace más gris y marginal de lo que nunca antes la habíamos visto en el cine, mientras que la organización la hace parecer casi como una oscura secta conformada por desquiciados y asesinos.

El origen de todo el conflicto, la muerte de una joven de catorce años violada y obligada a prostituirse e inyectarse, aunque aparece sólo unos instantes, mantiene su presencia durante toda la historia por medio de un diario, y lo que hay en él resuena todo el filme hundiendo más y más a los personajes en un mundo malsano y despiadado, un mundo cargado de promesas para los inocentes y necesitados, como esta joven traída con engaños desde Europa del este. Occidente es la tierra prometida, pero las oportunidades de sobrevivirlo son pocas, sobre todo para quien no ostentan la fuerza y la violencia.

David Cronenberg construye en esta película un universo más atemorizante que los otros bizarros mundos de aquellas películas truculentas y viscerales (Scanners, La Mosca, Almuerzo al desnudo, eXistenZ, etc.), la razón de esto es porque, en términos de puesta en escena, está más cercano a la realidad, pero las atmósferas que crea y los personajes que habitan esa realidad tienen la misma carga turbadora de todos sus filmes. Así que el espectador ve un mundo real y conocido, pero sustentado por la lógica de unos elementos oscuros y amenazantes, una lógica que no es tan evidente como en sus otros filmes y que, por eso mismo, subrepticiamente causan un efecto más fuerte e inexplicable.

Publicado el 14 de Octubre de 2008 en el periódico El Mundo de Medellín.

FICHA TÉCNICA
Título original: Eastern promises
Dirección: David Cronenberg.
Guión: Steve Knight.
Producción: Paul Webster y Robert Lantos.
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky
Reparto: Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassel, Armin Mueller-Stahl.
Reino Unido, Canadá y USA - 2007 - 100 min.

 

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