La película del dios Homero
Por Oswaldo Osorio
No es exagerado decir que un solo capítulo de Los Simpson puede ser mejor que muchas de las películas que se hacen a diario. Ante esta premisa, era de suponer que una película sobre la serie debía ser un trabajo y una experiencia de dimensiones superlativas. Pero no ocurrió así, sólo fue un largo capítulo, y no de lo mejores, tal vez porque sus mismos creadores descuidaron muchos de los elementos que han hecho grande a la serie.
Este texto lo escribiré en primera persona porque la película así lo exige, pues debido a sus casi veinte años al aire, lo que se piense de ella está inevitablemente condicionado por la relación que cada quien ha tenido con la serie. De manera que lo primero que hago es excluirme del grupo de fanáticos que la reverencian incondicionalmente. Aún gustándome mucho por esa originalidad y calidad que nunca han decaído, la miro con una racional distancia, lo cual me permitirá decir una cuantas, seguramente a juicio de los fanáticos, amarrillas herejías.
El principal problema que le encuentro a la película es que durante casi la mitad de la historia sacaron a los Simpson de Springfield, con lo cual se pierde mucho del colorido de todos los demás personajes y una mayor interacción con la familia. Empezando por el eterno villano de la serie, el señor Burns, que apenas si tiene unas líneas; ni siquiera recuerdo la participación de Skiner; Crosty hace un par de cameos; el personaje que más me gusta, por su polifacética personalidad, Moe, tiene sólo una pequeña aparición. Pero paradójicamente, a aquél que la serie siempre ha mirado con desdeño, Flanders, en el filme sale reivindicado.
La principal herejía que propongo tiene que ver con el dios de la serie, Homero. Como se sabe, el programa se trataba principalmente de Bart, pero su padre rápidamente, a petición del público, le quitó el protagonismo. Esto se ve en la película donde Homero prácticamente acapara toda la historia. Como se sabe, Homero es un ser egoísta, prejuicioso, ignorante y torpe. Es decir, buena parte del humor de la serie está basado en antivalores y en unos elementos con los que es muy fácil hacer comedia elemental.
Es cierto que la serie está cargada de ingeniosos y agudos chistes y referentes que parodian y critican la cultura y la moral estadounidense, pero nadie puede negar que el grueso del humor está fundamentado en los resortes demasiado primarios que devienen de las torpezas y atropellos de Homero. En la película, nada menos, sume a su pueblo en la hecatombe ecológica y totalitaria por unas cuantas donas cuya higiene fue puesta en duda. Las series en Estados Unidos, desde hace un tiempo, están pobladas por ese tipo de personajes, superfluos, inmorales y egoístas: Seinfeld, Will & Grace, Acording to Jim, King of Queens, etc. Y sin duda es más fácil hacer humor con estos elementos, sobre todo porque creen que sólo así se puede hacer parodia, sátira y el humor negro.
La némesis de Los Simpson indudablemente es South Park, porque si bien los primeros son considerados irreverentes y críticos, en últimas siguen siendo un programa familiar y en general conservador. La prueba de ello es que siempre la unión de la familia termina siendo el centro de todo. Es decir, Los Simpson son la cuota permitida de irreverencia e incorrección política para todas las edades. En South Park en cambio, esas cualidades que se le atribuyen a la serie de amarillos están llevadas al extremo y sin el temor de la censura o la moderación, y de esta manera termino con un una última herejía, empezar hablando de Los Simpson y terminar recomendando otra película con las mismas características pero de lejos mucho mejor: South Park, más larga, más grande y sin censura (Matt Stone, Trey Parker, 1999).
Publicado el 3 de Agosto de 2007 en el periódico El Mundo de Medellín.