De idealistas a adolescentes malcriados
Por Oswaldo Osorio
El cine es el lugar perfecto para el idealismo. Para personajes e historias idealistas, pero no para relatos que se sustenten sobre la misma lógica etérea y a veces inconsistente de los idealismos. Tal vez ése, entre otros, es el gran problema de esta película, que tiene muy buenas intenciones, como los idealistas, pero que no concreta con solidez sus propuestas. Hay que insistir que con los idealistas esto puede funcionar, pues si no consiguen el objetivo final al menos tienen unos principios y hasta una razón de vivir. Pero en una película es indispensable que funcionen las cosas, que consiga su objetivo final, que puede ser entretener, transmitir unas ideas y emociones, reflexionar sobre un asunto o contar una historia. En esta película puede haber un poco de cada una de esas cosas, pero sólo un poco, y eso, en definitiva, deja un mal sabor.
De acuerdo con esto, en la película se puede apreciar esa dicotomía que casi siempre hay en todo relato: de un lado, está la ética y la posición que asumen los personajes, y de otro, la ética y la posición del director, que en este caso también es guionista y productor, es decir, el único dueño de la película. En el filme precisamente repiten una frase de cajón que se podría aplicar, no sin cierta malevolencia, a esa dicotomía en esta película: “Quien no es idealista cuando joven no tiene corazón y quien lo sigue siendo adulto no tiene cerebro”. Los personajes de la película son jóvenes, pero el director ya no lo es.
Los edukadores son dos jóvenes que quieren dar una lección a los ricos, y lo hacen de una manera un tanto ingenua, allanando sus casas y desordenando los mubles, supuestamente para que sus habitantes ya nunca más se sientan seguros en su cómoda posición de buenos burgueses. No se puede encontrar un mejor ejemplo de idealismo juvenil, por eso la actitud de estos personajes es completamente justificable y, en principio, bien planteada. Sin embargo, ese idealismo con sus férreos principios son reemplazados (incluso por el que parecía más decidido de los dos) por el capricho, la confusión y la debilidad ante la primera oportunidad de obtener un placer y satisfacción personal, lo cual para completar implicaba una traición para con su compañero.
Cuando eso ocurre, el planteamiento inicial de la película, que parecía tan interesante y original, degenera en un triángulo amoroso y una huída desesperada. Aquí es como si empezara otra película, con un cambio radical en el escenario, en la lógica de los personajes y hasta en el mismo relato. Empieza una película tediosa, casi melodramática y contada más con palabras que con imágenes. Porque a partir del momento en que secuestran a un burgués (no cualquiera, sino uno contra el que tenían algo personal, cosa que desacredita aún más su causa) y huyen al campo, es que se evidencia la posición del director ante el tema y sus personajes. Para este momento, Weingartner ya había echado a perder su historia idealista con un torpe triángulo amoroso, mientras que el tratamiento que le dio al tema se redujo a una elemental confrontación de posiciones, pues para eso forzó su argumento y puso en un lugar aislado a un pragmático rico y tres jóvenes idealistas y pobres, para que cada quien soltara discursos, uno tras otro y tras otro.
De manera que buena parte de la película es sólo un debate retórico, con un discurso tan trasnochado como una arenga de la guerra fría, lo cual por supuesto no llega a nada, salvo a un final del todo complaciente con el espectador, quien supuestamente debería ser simpatizante de los jóvenes. Y esta película no llega a nada, no por sus personajes, sino por su director, que en realidad no se atreve a nada con un tema con el que perece que quisiera ser radical, un director que no se muestra verdaderamente idealista con su historia y sus personajes, sino que los consiente como a adolescentes malcriados y resulta dando una idea de debilidad, inconsistencia y vulnerabilidad que seguramente nunca fue su intención.
Publicado el 15 de septiembre de 2006 en el periódico El Mundo de Medellín.