El cine de entretenimiento: vacío que se llena con comida
Por Oswaldo Osorio
El cine es entretenimiento desde que el público dejó de verlo como un sorprendente artilugio de magia, es decir, luego de apenas unas pocas proyecciones. Por eso, dos de las características de los primeros veinte años del cine, fueron su condición de atracción de feria y el casi unánime desprecio por parte de artistas e intelectuales. Pero el cine muy pronto se convierte también en un arte con directores como Griffith, Eisenstein o Murnau. Las películas probaron que podían decir grandes cosas, alimentar el espíritu o llegar a ser obras maestras. Entonces empieza esa dicotomía entre arte e industria, dos aparentes opuestos que muchos se niegan a aceptar que se pueden conciliar, pero que también, cuando se distancian, es inevitable que se cuestionen mutuamente.
Este texto parte justamente de una sensación que dejan tres películas que coincidieron en la cartelera: Misión imposible III (J.J. Abrams), X Men III (Brett Ratner) y El plan perfecto (Spike Lee). Tres películas de puro entretenimiento, y nada más, con todo lo que esto implica, para bien y para mal. Este tipo de cine, que constituye buena parte de la producción mundial, tiene unas características ya muy definidas. Primero que todo, es un cine en el que prima la acción y el argumento; en el que el conflicto casi siempre es entre buenos y malos (no importa que los buenos sean ladrones o antihéroes); su trama tiene algunas ligerezas o inconsistencias en la lógica de causa-consecuencia que rige la percepción del espectador (el hoyo que cavan en El plan perfecto, la resurrección de Jean en X Men III, etc.); y sus personajes son escasamente dimensionados, pues acusan una superficial profundidad sicológica, la cual generalmente es creada a partir clichés y estereotipos.
Las tres películas en cuestión se ajustan en mayor o menor medida a estos esquemas, cada una de ellas, a su manera, tiene como objetivo único crear un producto entretenido, aún el filme del mismísimo Spike Lee, quien es conocido precisamente por sus películas ideologizadas y combativas. En X men III ese entretenimiento se da por la confrontación entre dos bandos con unos poderes especiales, lo cual da lugar al espectáculo de los efectos especiales; en Misión imposible III, es el resultado de una trama articulada alrededor las secuencias de acción al ejecutar unas misiones de rescate y secuestro, casi todas planeadas coreográficamente y donde la tecnología sustituye los superpoderes y la fantasía; por último, en El plan perfecto el entretenimiento deviene de una intriga con una geometría minuciosamente planeada y del ocultamiento de algunas partes de esa geometría al espectador, causando con esto un estado de permanente tensión.
Identificar esa mecánica que mueve a cada una de estas películas es lo más que se podría ir en términos de reflexión, pues ninguna de ellas trasciende la experiencia de disfrutarlas durante sus dos horas de duración, porque en ese tipo de cine que representan no hay más estímulo que el inmediato, se acaba la película y se acaba todo, queda sólo un vacío que tal vez se llene con comida luego de salir del teatro (muchos lo hacen durante la película). No es como “el otro cine”, ése que deja pensando, aquél que uno recuerda por mucho tiempo o por toda la vida, ese cine que cuestiona al público, que lo alecciona incluso y que se puede aplicar a la vida misma, un cine que no se queda en la sala oscura, sino que inocula algo en cada espectador y se va con él.
El cine de entretenimiento es necesario, importante incluso, pues prácticamente el séptimo arte depende de él. Quienes se toman el cine en serio no pueden prescindir de él y lo disfrutan, por supuesto, sin embargo, saben que algo le falta, que tiene algo molesto, pues carga con toda la ilusión y artificio del cine, en el buen y el mal sentido. Por eso es un tipo de cine que si se consume siempre y únicamente, resulta aburrido y más predecible de lo que suele ser.
Publicado el viernes 9 de junio de 2006 en el periódico El Mundo de Medellín.