Cuando Neo conoció a Dios y la Biblia se cruzó con el comic
Por Oswaldo Osorio
Seguramente fue extraordinario y sorprendente ver volar al primer hombre. Cuando voló el segundo, utilizando igual o diferente artilugio, lo más probable es que siguió siendo visto como algo extraordinario, pero definitivamente no sorprendente. Por eso, ver en esta película a Keanu Reeves inmóvil y suspendido en el aire mientras la cámara lo rodea o entrando y saliendo impunemente de un universo virtual alienante, no es lo mismo que cuando lo hizo por primera vez hace cuatro años en The Matrix (1999). Esto parece la manida queja sobre la degeneración de las segundas partes, pero no lo es. Bueno, sólo un poco.
Esta segunda entrega tiene muchas de las virtudes de su predecesora, que en su momento resultó ser una verdadera sorpresa, no sólo comercial, sino también argumental y estética. Una película que ya entró al Olimpo del cine de culto y de la que se aprecia su importancia en la medida en que se puede hablar, en lo que al cine de acción se refiere, de un antes y un después de ella, y eso es algo que logran muy pocas películas. En esta secuela vemos, pues, que avanza en su complejo planteamiento argumental sobre virtualidad, universos paralelos y la confrontación entre el hombre y las máquinas, todo esto sustentado en esquemas sacados de la mitología bíblica; además, mantiene su estética visual y las características de sus personajes inspiradas en el comic, que tal vez resulta lo más atractivo de la saga; y da una vuelta de tuerca más a la dinámica propia del cine de acción y a la utilización de los efectos especiales.
¡Viva Neo redentor!
Si en The Matrix Neo era el Mesías del pueblo elegido anunciado por una profecía y Morfeo, Trinity y demás eran los apóstoles (con un Judas y todo), en The Matrix reloaded (2003) Neo ya no es la promesa de salvación, sino el salvador mismo, el redentor, todopoderoso e idolatrado por su pueblo, una primitiva comunidad de estilo bíblico-cyber-punk, que tiene toda su fe puesta en él, ese hombre-dios que, incluso, tiene el poder de resucitar, ya no a un putrefacto Lázaro, sino a la hermosa Carrie-Ann Moss, que resultaba más acorde con el glamour y la estilización del filme.
Así mismo, Morfeo adquiere el carácter de profeta, un intermediario entre los hombres y su destino, el apologista de la gloria y el poder del pueblo elegido que marcha hacia su salvación con su redentor a la cabeza. Trinity sigue siendo la trinidad femenina, sólo que ya deja de ser virgen para convertirse en amante, pero continúa siendo además apóstol y guerrera. El mal sigue siendo las fuerzas impías que los quieren someter o exterminar, no porque no crean en su verdad revelada, sino precisamente porque saben que esa verdad, la de la matriz, no debe ser revelada y propagada.
Pero la verdadera novedad argumental de esta segunda parte, el momento en que su planteamiento realmente avanza y se torna más complejo, más profundo si se quiere, es cuando Neo se encuentra con el arquitecto, cuando el redentor se encuentra con su Dios Padre, el creador de la matriz. Es ahí donde está el clímax de un argumento complejo que por momentos raya con lo complicado. Es ahí donde se revela el secreto de la creación y la salvación, de la matriz o del mundo real, parece que da igual, porque la una depende del otro. Es en este momento cuando se presenta la confrontación final, no en términos de acción, sino filosófica-teológica: Dios contra su creación, el Arquitecto contra su obra. En este conflicto es aparentemente el ser superior quien tiene la ventaja, pero en realidad es completamente vulnerable a causa del único don con que dotó a su creación y que él no puede dominar: el libre albedrío.
Neo, parado en ese cuarto blanco y vacío frente al creador, tiene la posibilidad de elegir, de escoger entre dos caminos, entre el cielo y el infierno, y el Dios-Arquitecto con todo su poder, aunque trata de influir, no puede evitar que Neo elija indistintamente cualquiera de las dos puertas, la que lleva al camino de espinas o la del camino de flores. Pero como el cielo de dulce camino sería muy aburrido para el clímax de acción y al elegirlo no sería consecuente con la naturaleza del héroe, entonces elige la otra puerta, la del el infierno, donde Luzbel se llama Smith. Aunque es necesario precisar, en desmedro de nuestro héroe, que la elige más por razones personales que por altruismo hacia su especie o hacia la causa, lo cual deja mucho que desear de su naturaleza de héroe-redentor, pues su verdadero móvil, o al menos lo que tiene en mente al momento de la elección, no es tanto la salvación de ese pueblo que depende y tanta fe tiene en él, sino para evitar la muerte de su amada.
Neo y Los Súper Amigos
The Matrix fue primero un comic de seiscientas páginas creado por los mismos hermanos Wachowski. Su dinámica visual y concepción estética, la naturaleza de la historia y características de sus personajes, y hasta la forma en que se le dio uso a los efectos especiales, es consecuente con este origen. En The Matrix reloaded mantienen este concepto argumental y, sobre todo, estético. Porque se trata de un comic en movimiento y con actores, una propuesta visual que no es para nada ajena a la influencia de anime La composición de los planos, los encuadres, las angulaciones y las líneas y puntos de fuga que crean los movimientos de los actores y los objetos (autos, motos, balas) al interior del plano y enfatizados por ciertos efectos especiales, son los mismos que vemos en los trazos de las viñetas de cualquier comic moderno o de insignes representantes del anime como Akira (Katsuhiro Otomo, 1988) o Ghost in the shell (Mamoru Oshii, 1989).
Así mismo, sus esquemas argumentales y caracterización de los personajes obedecen a las convenciones del comic. Si bien Neo en el paralelo que antes se hacía con la mitología bíblica era el redentor, ahora, teniendo como punto de referencia el comic y el anime, es el súper héroe que está acompañado por otros súper héroes y que lucha, henchido de virtudes y grandes ideales, por salvar el mundo de fuerzas oscuras que quieren, no destruirlo, sino someterlo. Neo es el héroe principal, como lo es Superman en el contexto de la Liga de la Justicia. Y es que el referente del hombre de acero parece totalmente consciente en la construcción del personaje de Neo en esta segunda parte. Tantas coincidencias no pueden ser descuido: el hecho de que ahora vuele y la forma en que lo hace, esa capa que por la inspiración religiosa del argumento es una sotana y aquella secuencia del clímax en que Neo “resucita” a Trinity a la manera misma del clímax de Superman (Richard Donner, 1978) en el que el súper héroe hace uso de todo su poder, aún yendo en contra de lo permitido, para devolver el tiempo y salvar-resucitar a la (su) chica.
Es también por esta vocación de comic y anime que la saga de The Matrix no se puede juzgar bajo los criterios de esquemática, arquetípica y deshumanizada. La inexpresividad de Keanu Reeves (por lo menos en este caso) y de los demás actores, obedece a ese estoicismo y gallarda pose que asumen física y sicológicamente los súper héroes. El automatismo y artificialidad de sus gestos y movimientos en estas dos entregas hace parte de la estilización propia de este tipo de relato y estética, pues siguen más o menos la misma lógica con que fueron concebidos y diseñados los oscuros atuendos de látex y cuero, esas gafas de sol que no son para el sol, los escenarios y, en fin, toda la concepción visual de un universo que tiene su lógica propia y que no puede ser juzgado con el mundo que conocemos o con cualquier tipo de equívoco realismo.
Neo o el programa perfecto
En The Matrix reloaded la confrontación entre el mundo virtual y el real ya no es el centro del conflicto, porque ahora se trata es de una guerra abierta y declarada del hombre contra las máquinas y de la forma en que los héroes y el pueblo que lideran asumen esta contienda. Así que esa alegoría tan evidente en la precuela sobre el mundo virtual, que podía simbolizar la automatización y alienación del hombre en la sociedad moderna, ya no es tanto uno de los temas que se quieren poner en juego. Sin embargo, ese mundo virtual del que entran y salen los guerreros de Zion, sigue manteniendo su protagonismo contextual por esa construcción de una mitología que, además de todos los referentes y fuentes de inspiración ya mencionados, se alimenta del universo cibernético. Así por ejemplo, los Gemelos que están al servicio del Morovingio serían los llamados programas remanentes; El Cerrajero (Key Master) sería ese programa que abre códigos y da los passwords que permiten los accesos en la red; y el agente Smith, con su capacidad de replicarse y hacer daño, evidentemente sería un virus.
Por todo lo anterior, la saga de The Matrix, en especial la primera entrega, ya es cine de culto. Pero lo que la convertirá en un clásico popular (algo que no tiene mucho qué ver con la crítica, los cultistas o los galardones), es su carácter de cine de acción combinado ingeniosamente con ciencia-ficción. Hace cuatro años esta película redefinió la dinámica del cine de acción y después de ella son pocas las películas del género que no la imitan, la parodian, la homenajean o la tienen como referente. Esto ocurre hasta con productos menos afines al género en cuestión, como Shrek (Andrew Adamson, Vicky Jenson, 2001), por ejemplo, o algunos comerciales de televisión y video clips musicales.
En este sentido, el aspecto diferencial de la saga se sustenta fundamentalmente en la utilización de las artes marciales como recurso para recuperar la esencia de la acción. Además, resulta capital el hecho de que sus innovaciones un cuestión de efectos especiales (que ya también han sido sistemáticamente incorporadas por todo el cine mainstream, incluyendo esta segunda parte), son usadas casi siempre como un recurso al servicio de la acción y el argumento, y no como un fin mismo, como suele suceder en todas las grandes producciones estilo Godzilla (Roland Emmerich, 1998) o Pearl Harbor (Michael Bay, 2002). De otro lado, en comparación con esta propuesta de cine de acción, las confrontaciones de Bruce Willys o Arnold Schwarszenegger con sus archienemigos, llenas de disparos, explosiones y muertes, se hacen ya mecánicas, distantes y desprovistas de su real sentido (muerte, crueldad, destrucción, etc.). El combate cuerpo a cuerpo, por el contrario, aderezado con persecuciones y el uso de armas (que pocas veces son de fuego) puede ser más excitante para el espectador. Según esta lógica, entonces, una golpiza logra más que un par de muertos cada tres minutos.
The Matrix reloaded es una digna segunda parte de una película importante en la reciente historia del cine de Hollywood. Sin embargo, su gran pecado es que se limita a dar más de lo mismo, un poco más grande, espectacular y tal vez más elaborado, pero en lo esencial no propone nada nuevo ni arriesgado. Simplemente hace lo mismo que todas las demás películas post-Matrix, copiar y variar el modelo propuesto por la original. Incluso reincidió en las concesiones a los productores y al público, empezando por la escenita de cama y hasta ese to be continued... anunciando una tercera parte que completa la saga y que, aunque todavía entusiasma, a juzgar por la progresión que trae la serie no se debe esperar mucho de ella.