La vida de un Pinocho cibernético

Por Oswaldo Osorio Image

Cuando un filme, o cualquier relato o discurso en general, plantea varias ideas muy distintas al tiempo, corre el riesgo de hacerse confuso, caer en excesos o resultar poco eficaz. Spielberg en esta cinta trata de conciliar la fantasía de Pinocho (Disney, 1940), con el futurismo pesimista de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y una historia de alienígenas. Además, le vemos campeando por el drama, la aventura, los cuentos de hadas y la ciencia ficción. Toda una torre de Babel de temas y géneros que, sin embargo, le funcionó en gran medida.

La idea más visible del filme tiene que ver con la posible existencia de sentimientos en los androides, sus consecuentes problemas de identidad y el dilema moral al que se enfrenta el hombre al reconocer o no estos sentimientos. Aunque el clásico de Ridley Scott ya nos había puesto a reflexionar sobre la humanidad de las máquinas y Crhis Columbus nos dio su versión lacrimosa en El hombre bicentenario, el filme de Spielberg aporta su recurrente perspectiva desde el universo infantil, y así puede conciliar dramatismo y fantasía con facilidad y eficacia.

Otra virtud de la película, que se debe un parte al relato de Brian Aldiss en el que se inspira, es que esta idea está montada sobre la estructura de un cuento de hadas, con el referente específico de Pinocho y su deseo de ser un niño de verdad. La idea de un Pinocho cibernético, con su carga de emotividad, aventura y pesimismo futurista, resulta argumentalmente atractiva e inquietante y narrativamente dinámica y rica en posibilidades, todo lo cual es aprovechado por el director y aderezado con la infaltable (aunque no excesiva) dosis de efectos especiales.

Lástima que en un largo y tedioso desenlace Steven Spielberg cuente una forzada historia de alienígenas que da al traste con todo ese relato, fascinante y turbador al mismo tiempo, que había construido a lo largo del filme. Fue en ese punto donde por decir más dijo menos y su discurso se hizo confuso, excesivo e ineficaz.

Aún así, aunque este filme no lo hizo más grande, Spielberg demostró nuevamente que es un gran contador de historias, sobre todo si tienen que ver con aventura, fantasía, niños y ciencia ficción. Su problema fue querer ponerse muy trascendental, porque ahora está en la línea de hacer películas “serias” y con “mensaje”; pero se le olvidó que, salvo El imperio del Sol y La lista de Schindler, sus mejores filmes son en los que apeló a la sencillez y a su espíritu infantil.

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