De la fábula a lo siniestro

Oswaldo Osorio

Las distintas versiones de Pinocho, empezando por la de Disney de 1940, lo han presentado como un cuento moral para niños que les “enseña” (o amenaza) sobre las nefastas consecuencias de mentir, portarse mal o no ir a la escuela. Pero el relato original de Carlo Collodi (1882), al igual que muchos cuentos infantiles del siglo XIX, resulta tan oscuro y truculento que siempre se ha dudado de si realmente estaba pensado para niños. Esta versión recalca esa duda al presentar un universo y tono que, definitivamente, no están concebidos para una matiné.

El primer indicio de que esta no podía ser solo esa fábula aleccionadora, es la obra previa de quien es uno de los mejores directores italianos de la actualidad, Matteo Garrone, quien empezó a sorprender desde su descarnada y realista visión de la mafia napolitana en Gomorra (2009), o cuando lo que podía ser material para un cuento de princesas y caballeros, lo relató como una pesadilla medieval en El cuento de los cuentos (2015). Así mismo, no se podía esperar que, luego de hacer la sucia y visceral Dogman (2018), la marioneta de su siguiente película fuera de ensueño.

Lo primero que impacta con el Pinocho 2020 es su relato en clave realista, ni siquiera al modo del neorrealismo, sino del realismo sucio. La precariedad material, rayana con la miseria, en la que vive Gepeto (interpretado por un Roberto Benigni que se saca el clavo de su desventurada versión de 2002), es lo primero con lo que esta película confronta y violenta al espectador. Además, su “hijo” realmente tiene la textura y sonido de la madera, esto sin el prístino acabado de la imagen digital sino con la consistencia del buen maquillaje de la vieja escuela.

De entrada, el relato hace detestar a Pinocho, sentir lástima por Gepeto e ira por el llanto del golpeado e ignorado Grillo. Lo que se viene luego en la odisea de esta ingenua e inconsecuente marioneta, es una sarta de episodios, que si bien se conocen por las otras versiones o el libro mismo, nunca se habían visto de esta forma tan siniestra y, por momentos, hasta desagradable: La asquerosa gula del zorro y el gato, los gemidos de Pinocho en la horca o su horrorizada transformación en asno, todos son pasajes dignos de algún relato tétrico que toma rotunda distancia de cualquier fábula infantil.

La película presenta, claro, ese clásico viaje del héroe de este Odiseo de palo, con todo y la transformación del protagonista en un niño real y bueno, pero es ese universo que atraviesa y el carácter de sus encuentros adversos, lo que hace de esta versión de Garrone ese cuento siniestro que yace en el núcleo del relato de Collodi. Si es para niños o no, bueno, esa es una discusión que ya no solo pasa por la naturaleza del material original, sino también por el talante del público infantil actual, curado de todos los espantos por cuenta del acceso casi irrestricto a cualquier contenido a través de internet.

Publicado el 20 de abril de 2021 en el periódico El Colombiano de Medellín.

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