X vs. Y
Por Oswaldo Osorio
Esta película sintetiza en una sola expresión la filosofía de vida de una generación. La expresión es “¿Y a mí qué?” (“¡So fuckin’ what!”) , la cual es la respuesta de un cierto sector de la juventud, característico de los años noventa y conocido como Generación X, a las circunstancias históricas y sociales que le tocó vivir. La historia parte de una situación límite a la que se ven sometidos tres jóvenes, quienes responden ante la presión y la amenaza de muerte con una franca y descarnada declaración de principios, con un manifiesto desesperado sobre los que son y esperan de la vida: nada.
Pero ¿Ya mí qué? (S.F.W, 1994), del debutante Jefery Levy, no sólo habla de este tipo de jóvenes, pues ellos más bien son un recurso, una excusa para plantear temas y estructuras más generales. Es así como toda la película se empeña en mostrar una sociedad enferma por la fama, el dinero y la moda, una sociedad oportunista y codiciosa, manipulada por los medios de comunicación, los mismos que, a su vez, responden a las necesidades de la masa tonta; por eso explotan una situación hasta la náusea, hasta que le exprimen la última gota de lágrimas y sangre al raiting. Los medios, con la televisión como sumo sacerdote y el marketing de acólito, se nos presentan aquí inhumanos e indolentes, sensacionalistas y ávidos de lucro. Muchos jóvenes, entonces, responden a todo esto con apatía y desprecio, muy a pesar de lo decadentes que puedan ser o lo desorientados que puedan estar.
Sin embargo, la resistencia de esta generación, mediante la formación de una actitud casi generalizada, con su apatía y falta de compromiso, con su mirada desdeñosa y decepcionada hacia las generaciones anteriores, no soporta tampoco la arremetida de la generación que le sigue, la llamada Generación Y; entonces la apatía es cambiada por la solidaridad, la falta de compromiso por la toma de conciencia (que no está exenta de ser sólo una pose) y ya el mejor amigo es un árbol y no una lata de cerveza, justo como lo dicta la conciencia ecológica del momento. El nihilismo inconsecuente del “¿y a mí qué?” es reemplazado por el comprometido “todo importa”, y los medios lo celebran con la misma mezquindad y oportunismo, mientras que los nuevos héroes se acomodan en sus quince minutos de fama y la sociedad sigue igual, aguardando a la Generación Z.