Patriotas pero no alienados
Oswaldo Osorio
“Cada generación tiene su guerra. Los hombres crean las guerras y las guerras los hacen hombres. Es un asunto que no termina nunca”. Esto lo dice Sal, uno de los tres veteranos que protagonizan esta película. Ellos tuvieron la de Vietnam y el hijo de Doc, otro de los veteranos, tuvo la de Irak. Un dispar trío padeciendo, entre dos guerras, las decisiones de sus gobernantes. Por eso esta es una historia llena de reproches y carga humanista, pero al mismo tiempo, insuflada de patriotismo y espíritu guerrerista.
La aparente contradicción no está en Richard Linklater, ni tampoco en la novela original, escrita por Darryl Ponicsan, quien acompañó al director a escribir el guion; la contradicción está enraizada en la mentalidad de muchos estadounidenses, buenos ciudadanos que ven en la milicia una solemne hermandad o, incluso, que no tienen reparos morales con ir a la guerra y matar o morir por su país, pero que tampoco son tan ciegos o inconscientes como para no entender que la política exterior de Estados Unidos siempre ha sido tan dudosa como mentirosa.
Se trata de una película de carretera en la que los veteranos se confrontan ante el espejo del tiempo. Otra vez el tiempo como la variante determinante en Linklater a la hora de construir sus personajes y reflexionar hondamente acerca de la existencia. Ya lo había hecho, y de manera casi insuperable, con su trilogía de Antes del amanecer, atardecer y media noche, y con Boyhood, esa película en la que durante doce años sigue el crecimiento de un niño.
Y aunque luego de estos títulos monumentales difícilmente este notable director estadounidense logre superarse a sí mismo, de todas formas este nuevo trabajo tiene el talante que ha definido su versátil obra. Además del tiempo, está la confrontación generacional, el humor como alivio eventual en medio de un sólido drama y la intensidad en la interrelación entre los personajes, lo cual aquí logra definiéndolos con claridad (aunque es cierto que se ayudó con el facilismo de marcarlos por evidentes contrastes), pero sobre todo, por medio de unos diálogos y puesta en escena ponderados por la espontaneidad y el realismo.
Es una historia de solidaridad y hermandad, pero también un sostenido lamento por el país que lleva más de un siglo comportándose como la policía del mundo. También es sobre la frustración por las consecuencias de las decisiones personales. Porque no todo es una teoría de conspiración, aquí el individuo es tan cuestionado como el sistema. Y así, entre un país guerrerista y la imperfección de los hombres, el panorama que propone esta película no parece cómodo o feliz. No obstante, en el fondo, sobrevive y sobresale lo más honesto y noble del ser humano, por lo que terminamos viendo un relato emotivo y conmovedor, la historia de tres hombres que son muchos hombres y de un país que queremos y detestamos.
Publicado el 13 de mayo de 2018 en el periódico El Colombiano de Medellín.