Sucios, pobres y con odio
Oswaldo Osorio
Cuando los Estados Unidos apenas estaba saliendo de la Gran depresión económica de los años treinta, entró a la Segunda guerra mundial, mientras en regiones como el sur del país se cocía cada vez más ese odio y tensión racial que en menos de veinte años estallaría con violencia. Este es el contexto en el que se desarrolla esta historia de malestar y consternación, protagonizada por dos familias que solo buscan sobrevivir en medio de la guerra, los prejuicios y el barro.
Una familia blanca, con Henry a la cabeza, su padre racista y su frustrada esposa. Y una familia negra, en la que Hab amorosamente trata de mantener unidos a los suyos trabajando como arrendatario de Henry. Desde su primer encuentro se marca la desigualdad entre ellos y la tensión racial, no obstante, a lo largo del relato, la ambigua relación de afecto y descontento es el aspecto central que articula la historia y su conflicto. Esto define la complejidad de los personajes y de una atmósfera social que estrictamente no se puede mirar solo en blanco y negro.
Un conflicto paralelo surge cuando el hermano de Henry y el hijo de Hab llegan de la guerra, circunstancia que los une y hace desaparecer esa diferencia que su sociedad los obliga a mantener. En cada uno de ellos se desarrolla el recurrente drama de los soldados que no terminan de encajar en el que fuera su hogar después de tan traumática experiencia. Eso estrecha aún más su cercanía, pero incrementa la posibilidad de que algo trágico ocurra, y con las dos familias en medio, en ese contexto de odio y exclusión.
Esa sensación de una inminente tragedia y de un permanente malestar es la que acompaña al relato de principio a fin. Este sentimiento es reforzado por la reiterada presencia de una voz en off de algunos de los personajes, quienes describen las situaciones y reflexionan sobre ellas y su estado de ánimo desde un futuro indeterminado. Tal recurso enriquece el relato revelando su origen literario (está basado en una novela de Hillary Jordan) y enfatiza ese tono de congoja y descontento que cubre el ambiente y a cada uno de los personajes.
Sobresale en esta película, en su aspecto formal, el tratamiento del paisaje y la estructura narrativa. De un lado, el paisaje está definido por el barro, el polvo y las precarias edificaciones, lo cual es subrayado por la fotografía, con lo que se refuerza ese sentimiento de adversidad que lo cubre todo. De otro lado, la narración salta del punto de vista de un personaje a otro, mientras el espectador tiene el trabajo de ir uniendo las partes y construyendo ese fresco donde no hay casi espacio para los sentimientos positivos o las emociones placenteras.
Publicado el 28 de febrero de 2018 en el periódico El Colombiano de Medellín.