¡Qué bonita pistola!
Por Oswaldo Osorio
A la pregunta sobre las virtudes de esta película, sólo se puede responder: ¡Qué bonita pistola! Porque sus realizadores pensaron en cada uno de los detalles para hacerla interesante y exitosa, pero no pensaron en su resultado global, en el todo. Primero, mezclaron géneros, que eso ahora está funcionando muy bien: un poco de acción, otro de comedia romántica y un tanto más de cine de gángsters y road movie; luego, una estructura narrativa no convencional que daba cuenta de tres historias al tiempo; también unas situaciones y personajes prometedores por su originalidad; y finalmente, todo coronado por la participación de dos de las más grandes estrellas de Hollywood: Brad Pitt y Julia Roberts. Nada podía fallar.
Pero falló. Esencialmente porque cada uno de esos elementos, tan calculadamente dispuestos en la película, no se acoplaron con los demás: el tono de la comedia romántica reñía con el de cine de gángsters, las dos historias principales no se hacían contrapunto sino que se excluían, los dos personajes protagónicos estuvieron juntos sólo en cinco escenas y, para ajustar, no hubo nada de empatía entre el dúo de súper estrellas, lo cual dio al traste con toda esa alharaca de “la pareja formada en el cielo”.
Toda esta disfunción del filme empieza cuando Jerry, un descuidado “sirviente” de gángster, viaja a México en busca de una valiosa pistola; mientras que su novia, Samantha, parte hacia Las Vegas. Son dos historias y dos narraciones distintas, cada una por su lado y con su propio protagonista. La de Jerry es una colección de infortunios, sólo pocas veces con gracia y que termina por cansar con sus predecibles idas y venidas tras la hermosa y fatal pistola; y la de Samantha, una interminable y repetitiva conversación sobre las relaciones de pareja (ni siquiera sobre el amor) con un gángster que la secuestró, el único personaje que trasciende los tics del estereotipo, el único que intriga y sorprende.
Por eso tal vez resulta más atractiva y convincente la historia de la pistola, de La Mexicana, que entre romántica, trágica y paródica, sí nos dice algo sin balbucear ni recurrir a fórmulas o a estrellas; porque si esta película funciona, es gracias a la vigencia del star system, según el cual el gran público no elige una buena o mala película, sino que va a ver estrellas de cine: a la sobrevalorada Julia Roberts y a un Brat Pitt en un rol que no es de los suyos.