Todos los días la poesía
Oswaldo Osorio
Casualmente, antes de la proyección de esta película, que está llena de casualidades, presentaron un cortometraje en el que entrevistan a varios poetas, y cuatro de ellos coincidían en decir que la poesía está en todas partes. Alguno de ellos también decía que solo se necesita que alguien pueda distinguirla y ponerla en palabras. Según esto, la poesía puede, incluso, estar en una caja de fósforos, y tanto Jarmusch como el chofer de bus que protagoniza su último filme lo saben.
Sobre todo Jarmusch, que con una sólida, estimulante y casi infalible obra, ha sabido encontrar esa poesía que pulula en el mundo en las cosas simples: una conversación tomando café y fumando un cigarrillo, la soledad de un hombre mayor o la rutina de este chofer de bus, a quien lo único extraordinario que le pasa o hace es poder poner en palabras esas cosas que ve a diario y propiciar que trasciendan con su modesto acto creativo.
Paterson vive en la ciudad de Paterson. Es la primera de muchas coincidencias de esta película, la mayoría de las cuales resultan divertidos o encantadores guiños que, en sí mismos, se convierten en poesía en razón del tono sencillo y desenfadado de este relato. Hay otras coincidencias que se pueden antojar forzadas, como el encuentro con la niña poeta y el japonés amante de la poesía. Pero si bien puede molestar su conveniente y artificial inclusión, para efectos de lo que el director quería decir sobre la poesía y su protagonista funcionan perfectamente.
En esta historia la rutina y la poesía son dos opuestos que conviven cotidianamente. Opuestos porque no hay nada menos poético que la rutina ni nada más extraordinario que un buen poema. Por eso, aunque cada día Paterson se levanta, desayuna cereal, maneja el bus, recoge el correo, cena y toma una cerveza, en medio de esa invariable rutina surge el milagro de la poesía, como esa verde hierba que brota de entre las grietas de las losas de concreto en las grandes y grises ciudades.
Además de esta oposición, la esencia y la fuerza de este personaje, y por extensión de la película, también está en su naturaleza como poeta. A diferencia de la mayoría de sus colegas, que se invisten y se autodenominan como tales, Paterson no se considera más que un chofer de bus. Escribir para él es otra de las necesidades vitales que tiene, y lo hace sin las pretensiones del artista tocado por las musas. Tal vez por eso sus poemas y su discreto oficio parecen mucho más sublimes y honestos. También por eso, nunca titubea frente a una página en blanco, aunque se resista a pensarse como poeta.
De nuevo, entonces, Jim Jarmusch nos toca con una historia y un personaje sencillos y corrientes, pero llenos de poesía. Además, con el mérito de hacer el relato de una rutina sin que parezca tediosa. Así mismo, una película sobre la poesía, también es sobre el amor, en este caso una bella y simpática historia de amor, en un segundo plano, pero siempre presente, dándole aliento al poeta y vida a sus poemas.
Publicado el 13 de agosto de 2017 en el periódico El Colombiano de Medellín.