La madre y el avaro
Oswaldo Osorio
Cuando el dinero se convierte en el objetivo de la vida en sí mismo, y no en un medio para conseguir otras cosas, como el bienestar, por ejemplo, entonces las personas y las relaciones con los demás pasan a un segundo plano, así como la percepción de lo que es importante y esencial en la existencia. Esta película es una visión sobre esa forma de concebir el dinero, pero también es una historia de supervivencia y un thriller, aunque envolvente, no demasiado intenso ni apasionante.
Se trata del célebre secuestro del nieto de quien en su momento fuera el hombre más rico del mundo, John Paul Getty. Es 1973 y el adolescente es raptado para pedir por él 17 millones de dólares. Ante la sorpresiva negativa del multimillonario de pagar el rescate, comienza el viacrucis para la madre del joven, quien termina convirtiéndose en el centro del relato y en el personaje más elaborado dramáticamente.
Además de lidiar con la angustiante situación de su hijo, esta mujer, sumida en el desconcierto por la negativa del magnate, tiene que hacer frente a las posibles salidas de su drama. Es este personaje el que hace más evidente la material frialdad con que su suegro asume la vida y hasta las relaciones con su familia. Es a través de sus ojos de madre que se puede contrastar el dolor y la desesperación por la suerte de un ser querido frente a las calculadas decisiones de Getty y su mentalidad proclive a la avaricia y al aumento de su fortuna.
Si bien la presencia de Getty es constante en el relato, el director no oculta la poca simpatía que le tiene, incluso es más generoso en su mirada con la figura del secuestrador. Ridley Scott poco se interesa por dimensionar al personaje del millonario, con todas las posibilidades que este tenía, y en cambio hace de sus apariciones solo un inventario de todos los probables gestos de avaricia y casi mezquindad que un hombre así podría tener.
Hace mucho tiempo que Scott dejó de hacer películas que se interesaran en algo más que la taquilla, por eso en esta producción prima la intriga del secuestro, el circo mediático y el drama de la madre. Y si bien con esto consigue un relato que en general atrapa la atención, lo hace más por la tensión que resulta de aplazar la resolución del secuestro, no tanto por la intensidad o interés de las situaciones que le dan trámite a esta espera.
Y eso es precisamente esta película, un trámite, tanto en el recuento de un sonado episodio de la historia reciente como en la carrera de un director que eventualmente sigue dándonos títulos de algún valor. Es posible que esto nuevamente suceda, porque, a pesar de sus más de ochenta años, es uno de los directores y productores más activos de la industria. Quien quita que todavía le falte su “canto de cisne” al autor de aquellas grandes obras como Alien (1979) y Blade Runner (1982).
Publicado el 25 de marzo de 2018 en el periódico El Colombiano de Medellín.