La mula, otro animal exótico
Por Oswaldo Osorio
Ésta es una película de un extranjero para un público extranjero sobre un tema muy colombiano. Sólo partiendo de este hecho es que se puede explicar su éxito con la crítica internacional y en festivales tan importantes como el de Berlín y Sundance. Para los colombianos sólo es una película que habla, y sin mucha elocuencia ni exactitud, de un problema y un tipo de personaje que conocemos muy bien.
La novedad del tema fuera de nuestras fronteras parece ser, pues, la principal virtud del filme del director norteamericano Joshua Marston. ¿O si no, de qué otra manera se podría explicar que a la inexperta (e inexpresiva) actriz Carolina Sandino se le concediera uno de los premios más importantes del cine mundial, haciendo de mula de estrato dos con acento de “gomela” bogotana? Es vidente que el jurado votó por el personaje y no por la actuación. Los cuatro premios que le otorgó el Festival de Cine de Cartagena se explican por la misma razón, pues cuatro de sus cinco miembros del jurado eran extranjeros y Luis Alberto Restrepo seguramente no pudo hacer nada para evitar tal decisión, a pesar de que nadie como él podría hablar de la realidad de este país, como tan certeramente lo demostró en su admirable La última noche (2003). En cuanto al Premio del Público, es bien sabido que en Cartagena siempre lo gana la película más vista, la más popular.
Y es que no cabe duda que debe ser, a ojos de los extranjeros, un personaje tremendamente impactante y dramático. Para ellos la idea de que una joven cargue droga en su estómago para sacarla del país es tan sorprendente y exótico como un papagayo o una cumbia. Pero lo cierto es que se trata sólo de una lacónica puesta en escena del proceso de una mula, desde su nacimiento, pasando por su desarrollo, reproducción y hasta su muerte.
Al realismo que le han visto en el extranjero también se le pueden poner reparos vista desde nuestro punto de vista, empezando por esa secuencia en el aeropuerto de Nueva York donde la protagonista es tratada con pasmosa cortesía, muy a pesar de la certeza de que ella transportaba droga. Además, la precariedad y casi incompetencia de casi todas las actuaciones de los personajes secundarios (empezando por el co-productor, Jaime Osorio) le quitan la poca fuerza y credibilidad que pueda tener la historia.
Incluso para quienes conozcan Nieve tropical (1993), el filme sobre el mismo tema del colombiano Ciro Durán, las carencias por desconocimiento y el tono apocado de este relato se hacen mucho más evidentes. A pesar de tratarse de una película más bien modesta, Durán nos cuenta, con conocimiento de causa, una historia oscura y dramática, con unos personajes duros e intensos y un final trágico, mientras que Marston apela al estereotipo para contarnos una fábula, por completo plana narrativa y dramáticamente, sobre una actriz que hace de mula.
Y es que el relato que nos propone el director es de tal simpleza que carece de todo el vigor que exige y puede dar el tema. Nunca en este filme vemos al verdadero personaje, porque siempre María está bien puesta, bonita y serena, no tiene nada de qué preocuparse, pues el guionista (el mismo Marston) se lo resolverá todo. La probable intensidad y dramatismo que exige la historia están por completos ausentes, salvo por ciertas manifestaciones externas asentadas en el guión, como un parlamento, una muerte o una mujer que llora.
Ver esta película nos causa el mismo extrañamiento (por no decir indignación) que sentimos cuando vimos en Romancing stone (1984) al aeropuerto de Cartagena en medio de la selva y llena de cerdos, gallinas y campesinos mexicanos. Es cierto que este filme de Zemeckis puede funcionar como una buena película de aventuras, pero para nosotros careció en ese sentido de validez y verosimilitud. Por eso, aunque la película de Marston pueda ser vista desde fuera como una propuesta cruda y realista sobre la vida de una mula colombiana, a nuestros ojos, por su elementalidad narrativa y su torpeza argumental y dramática, parece un episodio más de esos programas periodísticos amarillistas que presentan en la televisión nacional.
Señores Vista Al sur. Acabo de comprar(!) un ejemplar del último número de la revista en el cual escribí el texto sobre “María llena eres de gracia”. Por esa extraña necesidad de uno querer releerse cuando sale publicado, sin importar qué tanto conozca lo que ha escrito, me encontré con que al texto le faltaban unas palabras (y hasta ideas completas) y también le sobraban otras. En ningún momento esas variaciones cambiaron el sentido de lo que quise expresar, pero tampoco lo mejoraron de modo alguno. No estoy acostumbrado a que intervengan mis textos (aunque sea de la forma tan inofensiva –e innecesaria- como lo hicieron ustedes) y por eso este pequeño alboroto. Me gusta mucho la revista y más aún hacer parte de ella, pero si me aceptan de nuevo como colaborador les pido el favor de guardar la integridad (en forma y contenido) de los textos. No sé si esto es un gesto de arrogancia o una más de las neurosis propias de un crítico de cine, pero espero sepan comprender. Hasta pronto.