Las costuras de un secuestro

Por Oswaldo Osorio

Los directores colombianos generalmente se han tomado la realidad del país muy en serio. El carácter conflictivo de ésta parece que así lo exige y por eso su tratamiento procura ser, en la mayoría de los casos, de tipo reflexivo, cuestionador o crítico, pero también interesado en comprender lo que pasa y hasta en proponer soluciones. Esto ocurre tal vez por lo mucho que duele esta realidad, por eso no hay ninguna película que haya usado ese conflicto, con toda su violencia, para explotar sus posibilidades como cine de acción. Hasta que llegó este mejicano y lo hizo.

Aunque pensándolo bien, ya otro mejicano había intentado colonizar este territorio de la misma forma: Emilio Maillé con Rosario Tijeras. Ya sea el secuestro en esta película de Rafa Lara o el sicariato en la de Maillé, la mirada foránea del conflicto es evidente, así como sus intenciones de capitalizarlo en sus aspectos más superficiales, forzando la naturalidad de argumentos y personajes, recurriendo al lugar común y al efectismo. En otras palabras, el conflicto colombiano para estos directores y sus cintas, son un medio, no un fin, el fin es el relato cargado de concesiones para ser visto y aceptado por un público que si más amplio mejor.

No quiere decir esto que explotar el conflicto colombiano en lo que tiene de acción sea indebido, mucho menos inmoral. De lo que se trata es de que, como en toda película, lo que se haga evidencie una elaboración menos obvia y elemental. Porque si bien la película trata de mostrar cómo son muchos de los aspectos que intervienen en el secuestro, específicamente aquél que se diera en los noventa por parte de la guerrilla con las llamadas pescas milagrosas, toda ella es una seguidilla de tics y fórmulas para cumplir con todos los requisitos que exige un filme destinado a impactar, entretener y “dejar mensaje”.

Por eso en esta cinta todo se da muy calculado, y por ello un poco inverosímil. La historia de amor imposible, la discusión ideológica entre los protagonistas, su intento de amistad, el amague de violación homosexual, en fin. Está aplicado el manual de guionista para emocionar, conmover, impactar o sorprender en cada vuelta del relato. Todo puesto sin mayor sutileza sobre una realidad general del país y adosado con la vertiginosidad y efectismo propios de una cinta de acción de Hollywood.

Es cierto que se trata de una película con una factura como pocas se hacen en el país, y esto es lo que puede engañar la percepción del público general, anhelante de una supuesta evolución y desarrollo del cine nacional. Pero la factura de las películas no se debe medir sólo en su aspecto técnico (que además ya desde hace casi dos décadas no es problema del cine nacional). También está la construcción de su guión, las intenciones con la mirada que hace a una realidad con la que supuestamente está comprometida y, en general, cada uno de esos pequeños de talles que hacen el universo de un largometraje.

Y es que es en esos detalles que esta película se viene abajo: en lo difícil que es aceptar ese extraño acento de los protagonistas (por no mencionar sus irregulares interpretaciones), en los giros forzados para afectar superficialmente al espectador, en el uso de la acción más como un fin que como un medio o en su epidérmico intento de dar cuenta de las razones que cada bando tiene. Por todo esto, se trata de una película con todas sus costuras visibles, una película que si le quiso apostar al cine de acción, se enredó en una falsa conciencia, en un intento por comprender y dar cuenta, con ingenua levedad, del conflicto del país y las repercusiones en sus víctimas. Una película que se atora en el efectismo, tanto visual como argumental, que no nos dice nada diferente a lo que otras películas colombianas hayan dicho sobre la realidad del país, ni que no hayamos visto en el cine de acción de Hollywood.

Publicado el 5 de septiembre de 2008 en el periódico El Mundo de Medellín.

Ficha Técnica:
Director: Rafael Lara
Guión: Antonio Merlano
Reparto: Antonio Merlano, Guillermo Ivan Dueñas, Mónica Gómez, Hernán Méndez.
Fotografía: Mauricio Vidal
2008 – 106 min

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