La culpa, el olvido, el perdón
Oswaldo Osorio
El posconflicto puede ser un proceso tan complejo como la guerra misma. Incluso en el conflicto todo se reduce a lo esencial, la vida y la muerte. Lo que viene después, está lleno de matices e implicaciones, los cuales dependen del papel que cada quien tuvo en el conflicto y la forma como decide afrontar la vida luego de este. En esta coproducción colombo peruana se pueden ver todas estas variables, con fuerza, contundencia y presentadas en una envolvente trama.
En su ópera prima, el actor peruano Salvador del Solar sorprende con un sólido guion, escrito por él mismo a partir de una historia de Alonso Cueto, así como con una dirección precisa y eficaz. En ella un ex soldado y una víctima de abusos del ejército se vuelven a encontrar luego de casi dos décadas. La culpa del uno y la determinación de olvidar de la otra, de nuevo los confronta y, a pesar del deseo del ex soldado de intentar reparar lo que alguna vez hizo, es muy difícil que algo bueno salga de este doloroso encuentro.
En medio de esto, hay una trama en clave de thriller, en la que un secuestro parece ser la solución para ambas partes. No obstante, lo único que empieza a esclarecerse es las verdades de lo que fue la violencia armada interna en el Perú durante dos décadas, y especialmente cómo las principales víctimas fueron de la población civil, que siempre estuvo bajo el fuego cruzado entre la guerrilla y el ejército, que para efectos de la descarnada violencia que ejercieron contra la gente no marcaron diferencia alguna.
Además del drama de los dos protagonistas, la historia también involucra a otro tipo de actores de ese conflicto y posconflicto que dimensionan las variantes y complejidad de estos procesos. Desde el oficial del ejército, que padece una conveniente -y significativa para el caso- pérdida de la memoria, pasando por el ex soldado que aún anhela los tiempos en que podía desbocar su violencia, hasta los agentes del gobierno que prefieren el olvido sobre la legalidad. “Aquí no ha pasado nada”, es una demoledora frase llena de implicaciones, tanto para el relato que cuenta este filme como para la historia reciente del país andino.
Damián Alcazar y Magali Soler interpretan ya conocidos roles en ellos, pero no por eso dejan de ser eficaces y convincentes. El relato mantiene siempre un interés creciente y una zozobra por la suerte de los dos protagonistas, con quienes el espectador se puede identificar por razones diferentes, casi opuestas; todo esto en función de dar una mirada a un proceso que no ha culminado por completo, porque tratar de perdonar, querer olvidar y soportar la culpa puede durar el resto de la vida.
Publicado el 4 de junio de 2016 en el periódico El Colombiano de Medellín.
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