A propósito de Kick-Ass 2

Por: Oswaldo Osorio

Hay trescientos súper héroes registrados en Estados Unidos. Y no se trata de los hoy tan populares Cosplay (gente disfrazada de personajes de cómics, anime, video juegos, etc.), sino de personas que diseñan un traje y unos artefactos, asumen un rol, se autobautizan y salen a patrullar las calles y combatir el crimen (pero sin el respaldo de los millones de Bruce Wayne). No es un fenómeno exclusivamente estadounidense, pero es allí donde más los hay, sin duda por la influencia directa de la industria del cómic, principalmente, pero también de sus adaptaciones al cine y la televisión.

Aunque también, desde una perspectiva histórica y cultural, este país es más proclive a la idea de los vigilantes y vengadores, así como a la ley del revólver y la defensa de la propiedad e integridad personal a sangre y fuego, sustentadas en la Segunda Enmienda. Esto se puede ver en el documental Superheroes (Mike Barnett, 2011), el cual da cuenta, sin juzgar ni idealizar, de un proceder que puede verse al mismo tiempo como ridículo, peligroso o encomiable.

El estreno de Kick Ass 2 (Jeff Wadlow, 2013), es una buena excusa para reflexionar sobre las implicaciones de este proceder, tanto en la realidad como en su reflejo cinematográfico, porque es un tema que va más allá de los disfraces, las parodias y las alusiones a los cómics. Y es que se trata de una situación cargada de dilemas, que van desde las improbables o cuestionables motivaciones (venganza contra el mundo criminal, altruismo temerario o algún tipo de esquizofrenia), pasando por los problemas de identidad ocasionados por la construcción de una segunda personalidad, hasta la claridad o no con que manejen la diferencia entre el mundo real y el de los súper héroes. Todo esto aplica tanto para los reales como para los de cine.

Ahora, en cuanto a las películas con este tema, suelen optar por la comedia o el drama, de acuerdo con la seriedad o intensidad con que asuman esos dilemas. Normalmente no se lo toman muy a pecho, por eso se trata por lo general de comedias como Blankman (1994), Mystery Men (1999) o Super (2011); pero también existen otras cintas en las que estos súper héroes sin poderes dan para ahondar en las reflexiones citadas atrás, resultando historias sólidas y con fuerza, como Special (2006) o Defendor (2009), dos cintas en las que los problemas sicológicos de los personajes dan lugar a su delirio por hacer el bien, pero también a la construcción de unos personajes y conflictos que son la base de unos significativos relatos. La magnífica The Watchmen (2009) también podría ser un buen ejemplo de las adversidades de este tipo de súper héroes, aunque es una película que mezcla a ambos tipos de personajes, es decir, con y sin poderes.

La diferencia entre optar por el drama o la comedia y el tratamiento profundo o no de este tema, desemboca en un asunto crucial: el manejo de la violencia. Porque de la decisión que se tome al respecto se define cómo asumirla. Generalmente en las comedias no hay muertos y se trata de una violencia de vodevil, pero en los dramas ocurre lo contrario, con la gran diferencia de que en las películas con súper héroes sin poderes es posible que el protagonista sea quien salga gravemente malherido o incluso pierda la vida. De hecho, la citada The Watchmen empieza con la muerte de algunos de ellos.

Es por eso que Kick Ass, en sus dos entregas, resulta una propuesta inédita, porque nos muestra a unos súper héroes sin poderes pero con las consecuencias reales, aunque llevando también la violencia al extremo de los filmes de acción, donde ya no es muy realista. De manera que es un filme que reflexiona con seriedad sobre los dilemas inherentes a este tipo de personajes, pero también tiene algo de comedia y es cine de acción, una rara y difícil combinación que termina por funcionar muy bien.

Publicado el 22 de septiembre de 2013 en el periódico El Colombiano de Medellín.

 

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