Más maduro no, más estropeado y degradado

Por Oswaldo Osorio

El suyo es un cine de personajes extremos. ¿Qué tanto de usted hay en ellos y en esa característica?

Me considero un personaje de mis películas, aunque yo no soy así, lo que pasa es que es como me veo yo a mí mismo. Yo creo que eso me pasa a mí y a todos los directores y a todos los que escribimos y todos los  hacemos cualquier labor creativa, y es que nos utilizamos a nosotros mismos como laboratorio, entonces en cualquier caso hay cosas mías en todos los personajes, en los buenos y en los malos. Hay cosas mías en todos ellos, quizá exageradas, en los buenos y en los malos. O sea, yo tengo cosas del personaje de Salma Hayek, por ejemplo, afortunadamente no sus pechos, porque eso me impediría totalmente trabajar (risas), pero sí que hay cosas de su personalidad, quizá exageradas o convertidas en algo grotesco. Sí, lo que me gusta mucho es exagerarlos, saco cosas de la vida real pero cuento como tres veces más de lo que me ha ocurrido.

¿Podría determinarse el género del esperpento como una de las principales claves para definir muchas de sus películas?

Sí, pero es algo que yo no he pensado, sino que me llega de las personas que ven mis películas. Eso viene de Ramón María del Valle-Inclán y ese es un escritor que a mí me gusta y, además, creo que Luces de Bohemia es una obra de teatro que podría ser una muy buena película. Podría decir que él es parte de mi mundo, pero eso sería muy pretencioso. Todos los directores buscamos grandes padres en esa trayectoria y lo que nos gusta es encontrar links con grandes maestros. Cuando le preguntas a un director ¿Quién te ha influido? Te contesta, a mí me ha influido Hitchcock, John Ford, Howard Hawks, Eisenstein, Pabst, Gorges Kukor, Anthony Mann, Fritz Lang… Pero yo digo, perdona, esas son las películas que te han gustado, a ti lo que te ha influido ha sido tu madre, la vecina horrible del piso de abajo, lo que te ha influido son las miles de horas de aburrimiento que te han obligado a hacer cine, los pésimos programas de televisión que te has visto, los malos ratos que has pasado en el colegio y ese profesor que pensaba que eras un imbécil. O sea, nos influye lo bueno y lo malo, entonces el esperpento y Valle-Inclán obviamente están ahí y creo que forman parte de mi visión de las cosas. Yo te podría hablar de una visión negra de la vida que yo creo que, de alguna manera, forma parte de la tradición española desde el Siglo de Oro. Porque desde Quevedo hemos sobrevivido gracias a reírnos de nosotros mismos, yo creo que forma parte de nuestro carácter. Me gusta poner el dedo en la llaga de de las cosas que nos duelen.

Sus películas en principio podrían parecer descontroladas y atípicas, pero en el fondo hay amor y apego a los géneros.

Los géneros me gustan. Son elementos que tú utilizas y tienes cerca, pero normalmente los degradas o los corrompes en tus manos. Me gusta ensuciarles y mezclar unos con otros y generar una especie de coctel imposible.

Hay otra paradoja en su cine, y es que de entrada parece puro entretenimiento inconsecuente, pero en el fondo son muy inteligentes y hablan de unos asuntos esenciales de la naturaleza humana y la vida moderna. ¿Cómo concibe sus filmes para que esto ocurra?

¿Tú confías en las personas que parece que te van a decir algo importante? Yo no confío en su mensaje ya directamente. Primero alguien me tiene que atrapar y de alguna manera seducir. Cuando te ha atrapado, te das cuenta de que te está hablando de otra cosa que hay en el fondo del subtexto. Yo creo que esa es la manera de hablar. O sea, todos de alguna manera tenemos algo muy importante que decir, pero lo vinculamos a través de un texto para hacerlo digerible y, sobre todo, por educación. A ti no te apetecería hablar con alguien que te diga: “Te necesito urgentemente, te quiero y te necesito, pero a la vez te odio. Qué podemos hacer”. ¡No! Tú le dices que se aparte porque está loco. Entonces las películas son un regalo que das, pero que tienen cosas diferentes a las que parece que vas a dar. El ejemplo más importante para mí es Hitchcock. Él es todo lo contrario de lo que dice. La sensación es que es un entertainment, un gordo divertido que cuenta historias de misterio. Y todo eso es verdad. Pero si te quedas con eso es que no has visto sus películas, detrás de eso hay un cosmos muy ordenado y terrible en el que surge el nuevo cine moderno. Concretamente a partir de Vértigo (1958) surge una nueva manera de hacer cine, descubre un nuevo lenguaje. Y descubre precisamente eso, que detrás de una hipotética situación puede haber un tormenta de sentimientos.

¿En un medio como la televisión, tan  estándar y sistemático, cómo le fue cuando hizo un producto como Plutón BRB Nero (2008 – 2009)?

Yo he sido el único que ha perdido dinero haciendo televisión.

¿Por no ajustarte al sistema?

Sí. Por hacer un decorado que costaba cinco veces más que lo que debía costar. Por rodarla en cine en lugar de video. Quería que fuera en cine. La pude haber hecho en video y no se habría notado, sobre todo en emisión. Pero quería rodarlo en 16 mm. para que tuviera la textura de Star Ttrek y luego, a la hora de rodar, no podía hacerlo como en la tele, no podía hacer como si fuera una sitcom, me ponía nervioso, entonces rodé con plano contra plano y tenía que desmontar el decorado todos los días. Eso era muy complicado, me sangraba la cabeza. Pero, aún así, es una de las cosas que más he disfrutado en la vida, me la pasé como un enano rodando. Además fue un gran ejercicio de trabajo, aprendí mucho más que en cualquier película.

Y es que parece que se divierte haciendo cine. ¿Cómo fue tomarse el cine en serio cuando fuiste presidente de la Academia Española?

Fue un gran orgullo y un gran honor porque normalmente en España nos gusta mucho, uno: lamentarse, dos: quejarse, tres: llorar, cuatro: qué mal lo hace el otro y la sensación de que están jugando con lo mío y lo están haciendo mal. Esa es la sensación general con respecto al cine y a la vida. Decidí entonces ser presidente para intentar cambiar las cosas y creo que cambiamos muchas y le dimos un nuevo aire a la Academia durante dos años.

Si estableciéramos un paralelo con Almodóvar, vemos que él pasó de ser el niño terrible del cine español y luego se puso serio. Usted, sin duda, desde hace mucho es el nuevo niño terrible. ¿Hay el riesgo de que también se ponga serio?

No. Pero tampoco puedo ser adolescente toda la vida, si no me convertiría en una especie de Peter Pan gordo y eso no me interesa nada. Hay un momento en que tu manera de ver las cosas cambia. Que no quiere decir que seas más maduro, todo lo contrario, te vas estropeando, y el estropearse, el degradarse me parece más interesante. A mí las películas de Hitchcock que más me gustan son las de la época “me estoy volviendo loco”, como Topaz (1969) o Frenesí (1972). Y ocurre también con Billy Wilder, por ejemplo, Fedora (1972) es una película extraordinaria. Entonces yo creo que la madurez es un proceso de degradación y de corrupción, o sea, tú te vas amargando, te vas corrompiendo, te vas haciendo mucho más malo. No creo que haya más madurez, lo que creo que hay es el efecto “perro apaleado”. Yo no creo que sea una persona madura, pero sí una a la que le han pegado muchas collejas y entonces las sé esquivar. Eso es lo único que he aprendido, a esquivar.

Publicado en la Revista Kinetoscopio # 98, Abril – Junio 2012, Medellín.  

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