Cine en el centro o el fin de una era

Por: Oswaldo Osorio

En el centro de Medellín hay más salas X que teatros donde se pueda ver buen cine o, incluso, cine comercial. La época de esplendor de este sector, cuando en él estaba concentrada la mayor y mejor oferta cinematográfica de la ciudad, yace sepultada por, al menos, un par de décadas. Una a una se han ido cerrando las salas que, durante largo tiempo, fueron la única razón por la que muchos habitantes de Medellín viajaban al centro de la ciudad.

El cambio de siglo vio el cierre de los teatros Libia y Cid, dos de las salas más representativas de ese viejo y ya olvidado esplendor. Y ése fue el principio del fin. Ahora todos esos templos de celuloide son centros comerciales o iglesias cristianas. La oferta de cine, entonces, se dispersó hacia la periferia, en el sur en forma de elegantes y costosas salas multiplex, y en el norte en la muy conveniente y singular forma de infinitas tiendas de videos piratas, que se mantienen al día con los estrenos mundiales, incluso disponibles desde antes de que lleguen a la cartelera comercial.

Mientras tanto, en el centro sólo sobreviven tres salas porno (Metro Cine, Cinema Villanueva y Sinfonía) y el siempre imprescindible Centro Colombo Americano. Porque el último año ha sido tal vez el más fatal de todos, pues cerraron cinco teatros que eran verdaderos bastiones, cada uno a su manera: los teatros Junín, que históricamente fueron el corazón del cine en el centro y hasta hace una década las salas más rentables del país; Cine Centro, el último independiente con integridad cinéfila (además “Atendido por sus propietarios”, como decían los negocios de antaño); el Cine México, viejo olimpo de charros, luego de cine clubes y finalmente de estrellas porno; y el más reciente caído es el Teatro Dux, el último de toda la ciudad con prácticas de cine de barrio y de teatro setentero, esto es, doblete de películas basura y continuo de 11 a 11 (con el cierre, Van Damme fue su rey depuesto).

Cine que es video

Claro que ante estas condiciones, durante la última década se han venido creando alternativas para el público cinéfilo que se niega a abandonar el centro. Apoyados en las facilidades de la proyección en video (y gracias al limbo jurídico de los derechos de autor para estos casos), muchas entidades (Comfama, Comfenalco, Cámara de Comercio, El Paraninfo, Teatro Matacandelas…) se han dado a la tarea de crear y consolidar espacios dedicados al cine, en los que el público tiene la posibilidad de apreciar una oferta de calidad, casi siempre articulada en ciclos, complementada con charlas introductorias y, lo que es más importante para muchos, sobre todo para los estudiantes que conforman el grueso de este público, completamente gratis.

Visto desde esa perspectiva, el panorama no parece tan desalentador. Proyectados en video, estrenos o viejos pero buenos títulos, la oferta de cine en el centro de Medellín sigue siendo diversa y vital. Aunque es necesario precisar que muy pocos de estos espacios ofrecen las óptimas condiciones de exhibición que sí tenían todos los desaparecidos teatros, es decir, calidad de la imagen y el sonido, tamaño de la pantalla, cómoda silletería, etc.

Paradójicamente, es el cine comercial el mayor damnificado, porque ya no queda ningún espacio en el centro donde se pueda ir a ver una comedia tonta o a Vin Diesel salvando al mundo. Y en contrapartida, se puede conseguir hasta la más recóndita película oriental o el clásico más escaso en diversos locales de los laberínticos pasajes comerciales, a un precio elemental y con un listado de títulos que no lo tiene ninguna videoteca de la ciudad.

De manera que, en relación con la exhibición de cine, el centro de Medellín ha llegado al final de una era. Y no es que la gente haya dejado de ver películas, sino que se ha transformado la manera de verlas. La prueba de ello es que actualmente hay mucho cine para ver en el centro, porque independientemente de los cambios, igual sigue permaneciendo la esencia de este centenario rito social y personal, de esta forma de enriquecer y dinamizar la actividad cultural de la ciudad, esta maltratada ciudad y su centro, que tanto lo necesitan.

Publicado en el periódico Universo Centro enero de 2010.

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