El renacer del cine negro

Por Oswaldo Osorio Image

Se acaba de estrenar una de la mejores películas norteamericanas de los últimos años: Los Ángeles al desnudo (L.A. Confidential), un filme dirigido por Curtis Hanson, quien nos cuenta una historia con gran virtuosismo en clave de cine negro, un género cinematográfico que cada que es revisitado, casi siempre se obtienen muy buenos resultados, baste mencionar sólo algunas películas recientes como La última seducción (1994), de John Dahl, El demonio vestido de azul (1995), de Karl Franklin; o Asuntos pendientes antes de morir (1996), de Gary Fleder.

El cine negro es uno de los géneros más atractivos del séptimo arte, y si al público en general le resulta difícil identificarlo, es porque sus fronteras a veces se confunden con el thriller, los filmes policiacos y de gángsters, y también porque sus años de gloria fueron hace ya mucho tiempo, en la década del cuarenta. Incluso hubo quien lo confundió con el llamado cine afro-americano, el cual tuvo gran fuerza a finales de los ochenta con directores como Spike Lee y John Singleton.

Pero el cine negro, ése que tenía como antecedente inmediato la novela negra cultivada por autores como Dashiell Hammett o Raymond Chandler, ése que se inauguró con la célebre El halcón maltés (1941), de John Huston, es otra cosa muy distinta. Se trata de un cine con unos personajes muy definidos, como el detective individualista y solitario, que no se detiene mucho a pensar en los límites entre el bien y el mal; o como la mujer aparentemente indefensa y tierna, pero peligrosamente seductora y embaucadora. Un cine de atmósferas oscuras, de ambientes marginales y bajos fondos, que cuenta historias crudas y truculentas, cargadas de pesimismo social y existencial, sin héroes ni triunfadores, sino más bien anti-héroes, víctimas y fracasados.

Los Ángeles contradictoria

Esta película está basada en la novela homónima del escritor norteamericano James Elroy y hace parte de lo que este autor ha llamado “El Cuarteto de Los Ángeles”. El director Curtis Hanson ha sido fiel al libro y con ello ha logrado la mejor película de su carrera, la cual, a pesar de estar llena de altibajos, ha dado buenos indicios de su talento. Su trabajo como guionista y sus posteriores películas podrían definir su cine como estilizado y perverso, marcado por el suspenso y por la exploración de las fronteras morales entre el bien y el mal. Dentro de su corta filmografía destacan Malas influencias (1989), un estudio sobre el lado oscuro de un hombre que creía no tenerlo, y La mano que mece la cuna (1992), un ejercicio de supense a la manera clásica, que resultó ser un éxito de taquilla.

Con Los Ángeles al desnudo a Hanson se le sale lo estilizado, lo perverso y lo guionista. Su narración va construyendo lenta, sólida e intensamente un edificio de personajes bien caracterizados y de situaciones, que en principio parecen inconexas y desordenadas, pero que luego van tomando forma como un todo, como una sinfonía de personajes, secuencias y sucesos que cobran una dimensión armónica en su concepción global como pocas películas alcanzan lograrlo. Por eso, al final uno termina con la sensación de que se trata de uno de esos filmes a los que nada les falta ni les sobra. Ni siquiera en el manejo de la violencia, que sin dejar de ser descarnada, tampoco se presenta gratuita e injustificada.

La película nos cuenta la historia de un grupo de detectives del Departamento de Policía de Los Ángeles, el más efectivo de los Estados Unidos, pero aún así, su oficio, como parte del proceso de impartir justicia, se ve entorpecido por infinidad de factores que se salen de las manos hasta del más justo. Corren los años cincuenta y casi todos ocultan algo, muchos tienen un pasado turbio y algunos defienden sus intereses a cualquier precio.

Aparentemente se trata de la ya conocida historia de corrupción policial y política en medio del juego de intereses. Pero en realidad, la historia que nos cuenta esta película supera el simple concepto de trama, porque el resultado es más bien una radiografía de una colectividad que sucumbe al peso de la realidad y cada cual la afronta con sus miserias y sus bondades. Y a la mejor tradición del cine negro, como lo enunciaba unas líneas atrás, en este enfrentamiento con la vida no hay héroes ni triunfadores, los personajes están perdidos, desconcertados, cometen errores y no tienen a nadie, y al final casi todos pierden algo.

Y todo esto enmarcado en la ciudad de Los Ángeles, tan brillante y oscura al mismo tiempo, exitosa y perdedora; este contraste se refleja en el tema de fondo de la película, que en palabras de su propio director sería “la diferencia que hay entre lo que las cosas parecen ser y lo que verdaderamente son (...) algo muy propio de Los Ángeles, donde tienes esta imagen de paraíso terrenal que ha sido exportada al resto del mundo durante años y años, cuando en realidad es algo muy diferente.

Personajes de verdad

Uno de los puntos con mayor fuerza de Los Ángeles al desnudo es la caracterización de los personajes y sus correspondientes interpretaciones. Los tres personajes centrales son los distantes vértices de un triángulo, y las líneas que los une parecen absolutamente inflexibles. Pero a medida que van transcurriendo los minutos, gracias a la forma magistral como están construidos estos personajes y las situaciones en que se ven envueltos, resulta que tienen muchas cosas en común y sus intereses cada vez están más cercanos, en definitiva, un giro que uno presencia con confusa sorpresa y satisfactoria fascinación.

Pero las virtudes de estos personajes no terminan ahí, pues además de la forma como interactúan y se entroncan en la historia, son de una fuerza y una credibilidad que no parecen Kevin Spacey, Russell Crowe o Guy Pearce, sino esos tres detectives de Los Ángeles arrastrados al ojo del huracan. Hay un cuarto personaje, que empieza muy desdibujado pero que después se dimensiona y resulta vital para el filme (como ocurre con casi todas las mujeres del cine negro), y que además, tiene el atractivo adicional de ser interpretado por la todavía hermosa y sensual Kim Bassinger, quien después de su retiro voluntario por algunos años, tuvo muy buen tino para elegir el rol y la película para su regreso.

Por último, no se puede terminar este comentario sin resaltar también la impecable factura de este filme, recreado con imágenes de gran poder expresivo, aunque no del todo consecuentes con la estética del cine negro. Igualmente su montaje hace gala de un ritmo ajustado a una historia que mantiene una tensión narrativa que jamás decae, constantemente están surgiendo elementos que tienen la curva precisa para encajar en la secuencia que pasó hace unos minutos o que está dispuesta al final de la película. Bueno, y ya que llego al final, es inevitable aceptar que el filme parece hacer una concesión y se desvía de su tono pesimista y caótico, pero no alcanza a disgustar, sería imposible disgustarse con una película como ésta.

RECIBA EN SU CORREO LA CRÍTICA DE LA SEMANA