Una guerra personal en tiempos de paz

Por Oswaldo Osorio

Es más difícil hacer la paz que la guerra, dice uno de los personajes de esta película. Y efectivamente, esta historia se encarga de demostrar esa paradójica verdad, porque cuando termina la guerra de Bosnia, una de las peores del siglo XX, no solo las heridas no se han cerrado sino que sigue intacto el mismo odio que la inició, esto por tratarse de un conflicto étnico.

Para evitar que ese conflicto no continúe solapadamente, se supone, están los Cuerpos de paz de la ONU, y a ellos pertenece Kathryn Bolkovac, una policía estadounidense que se encarga de los asuntos de género en medio de un territorio gobernado por el miedo, el odio y la impunidad. Cuando descubre el negocio de trata de blancas que campea en aquel país y con la anuencia de la policía local y miembros de la ONU, se inicia un tensionante thriller policiaco con elementos de thriller político.

El esquema es conocido: un personaje enfrentándose solo contra el sistema y tratando de denunciar una situación criminal que todos conocen y nadie soluciona. Además, este personaje está interpretado por una convincente Rachel weisz, que infortunadamente se está encasillando en este tipo de personajes, como lo hizo también en El jardinero fiel (Fernando Meirelles, 2005).

Pero a pesar del esquema y de la actriz repitiéndose (que eso, en últimas, son solo problemas para los cinéfilos), la película tiene una fuerza y contundencia abordando esta historia que no es posible permanecer impasible ante ella. Es más, se trata de una de esas películas que uno poco disfruta mientras la ve, pero que termina aceptando su capacidad para tocarnos emocional e ideológicamente. Es por eso que, más que un filme para entretener o complacer, es un filme necesario.

En el fondo se trata de una película de denuncia, una cinta que revela el insoportable drama que viven estas jóvenes de Europa Oriental, así como la indignación, rabia e impotencia que experimentan quienes quieren hacer algo por ellas y no pueden. Esta denuncia tiene como vehículo un thriller en general convencional, pero bien armado y muy eficaz. La trama policiaca cada vez adquiere mayor profundidad y la sensación de amenaza hacia la protagonista es proporcional al miedo y las vejaciones que padecen las víctimas.

El relato, entonces, aumenta progresivamente su intensidad dramática y la tensión crece hasta el final. Todo esto desarrollado en un ambiente frío y de constante zozobra, no solo por las características climáticas del lugar, que son enfatizadas por la fotografía, sino también por ese cerco de funcionarios, ya criminales o cómplices por su silencio, ante el que se enfrenta esta mujer apenas armada con su determinación y su indignación ética y moral.

Esto ocurrió en 1999, pero saber que está basado en hechos reales no es condición para que el espectador de verdad se sienta conmovido e indignado como la protagonista, porque todo el mundo sabe que estas cosas a diario suceden en el mundo, en especial en aquellos lugares debilitados moral y jurídicamente por la guerra. Solo que lo escandaloso (y esto es lo que trata de gritar con todas sus fuerzas esta película) es la participación de funcionarios de la ONU y de empresas privadas que se lucran primero de la guerra y luego de la paz amparados por la diplomacia y el supuesto bien común.

Publicado el 22 abril de 2012 en el periódico El Colombiano de Medellín.

  

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