Entre la emoción y la sinrazón

Por Oswaldo Osorio

¿Es posible que una película sea cuestionable en su calidad por la forma en que fue elabora y, aún así, considerarla una buena película? Claro que es posible, aunque ocurre con muy pocas, puesto que esta paradoja implica la separación entre el crítico de cine y el espectador, que no es otra cosa que la dicotomía entre la razón y la emoción. Es decir, con esta cinta la razón dice que no, pero la emoción dice que sí.

Y es que es inevitable caer en las “trampas del cine” con esta película, sobre todo porque se trata de un thriller, ese género que está construido siempre en función de manipular las emociones del espectador. Por eso, desde que el protagonista se toma la primera pastilla, la montaña rusa de episodios, conflictos y giros en la que se embarca, es tanto para él como para los que están en la butaca.    

Porque todo lo que propone esta historia tiene que ver con una pastilla y su fantástico efecto para activar la lucidez y la inteligencia. La pastilla del hombre nuevo, podría llamarse, porque con ella cualquier cosa es posible. Por tal motivo, funciona como el elemento activador de la historia y los conflictos, una original variante para un thriller, porque de eso se tratan casi todos: la confrontación entre los personajes por obtener una ventaja sobre los demás, que generalmente es dada por dinero, armas o posiciones de poder.

De manera que nuestro héroe drogado y dueño del mundo nos conduce en un intenso viaje que incluye matones, prestamistas, tráfico de drogas, asesinatos, investigaciones policiacas, intrigas financieras, política, adicción, delirios por abstinencia y hasta una tibia historia de amor. Una recarga de elementos y recursos presentados en un lenguaje visual vertiginoso, efectista y vivaz, que hipnotiza la retina e inyecta la sensación de pulsión que mantiene el protagonista.

Sin embargo, ahora mirándola desde la razón, casi todo en ella es superficial y torpemente atado, cuando no gratuito y forzado. Empezando por la esencia de la historia, de la que se desperdició lo que pudo haber sido una interesante reflexión existencial en relación con lo que es y puede hacer el ser humano. Pero a este director el contenido de la historia le interesaba menos que la ya mencionada condición del thriller de mantener activadas una serie de emociones en el espectador, para lo cual recurre a golpes de efecto, falsas pistas, sorpresas y toda la caja de herramientas propias del género.

De manera que es posible ver en este filme una seguidilla de clichés, como empezar el relato por el clímax, dejar caer la última pastilla por una rejilla o el protagonista narrando y comentando lo que le ocurre. Y los inesperados giros están siempre en función de la eficacia para crear emociones y no de la solidez o hasta la coherencia de la historia.   

Aún así, es inevitable caer en la trampa y mantener durante casi todo el relato las manos tensadas o sorprenderse genuinamente con sus improbables giros. Es por eso que esta película resulta entretenida y es emoción pura, aunque de seso poco y de originalidad casi nada. Pero muchas veces en el cine, con eso es suficiente.

Publicado el 26 de junio en el periódico El Colombiano de Medellín.

TRÁILER

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