La familia no se escoge

Por Oswaldo Osorio

Un hermano puede ser un extraño íntimo. Porque los hermanos pasan buena parte de sus vidas juntos y, por lo general, la vida entera en contacto permanente, pero de todas formas, en lo profundo, pueden ser unos desconocidos entre sí o, incluso, es posible que cada cual diga que, de no ser hermanos, nunca aceptaría al otro como amigo. En esta película ocurre algo parecido. Dos personalidades contrarias, unidas por la sangre y por la soledad de la cuasi vejez, que al mismo tiempo conviven y se enfrentan, se deprecian y se aman.

Pero esta cinta va más allá de lo tediosa que parece su historia por la descripción inicial de sus componentes. Es cierto que está hecha de la pura cotidianidad de unos personajes en general ordinarios, quienes además protagonizan una historia en la que tampoco nada extraordinario ocurre, pero es en la mirada del director y lo que, a la larga, termina mostrándonos de ellos y de su relación lo que puede hacer la diferencia.

Daniel Burman, su director, fue uno de los protagonistas del Nuevo Cine Argentino, el cual se dio desde mediados de los años noventa y se constituye en el único movimiento de renovación en el cine latinoamericano en cuarenta años. Es un dato significativo, porque da indicios de que estamos ante un cineasta con carácter y experiencia. Tal vez sea quien más éxito ha tenido de su generación y de ese nuevo movimiento, que aún no se ha hecho viejo. Sus películas tienen unas temáticas y un tono muy similares a ésta, son historias que denotan casi una obsesión del director por las relaciones familiares, con todo lo que ello implica: los afectos, la variedad de personajes, la emotividad, la identidad o la falta de ella, entre otras cosas.

Luego de la muerte de su madre, Susana y Marcos solo se tienen la una al otro. Ella es mitómana, embaucadora y exasperante, mientras que él es tranquilo, adaptable y un poco imbécil. Por momentos no se sabe para dónde va todo el asunto, porque se trata de una serie de situaciones triviales, diálogos anodinos y detalles cotidianos sin una trama precisa. Pero poco a poco va tomando forma. Con la lenta pero consistente construcción de la pareja protagónica, se va develando un sentido del relato que va más allá de dibujar un argumento.

Porque la historia que aquí se cuenta pasa por varias etapas: de la parsimonia de un relato sobre actos cotidianos, a un drama de situaciones absurdas, para finalmente recalar en una sobria comedia picaresca sobre las manías de dos hermanos y su relación de afecto y repulsión. En medio de esto, se dan unos momentos divertidos y otros realmente lúcidos y de gran fuerza, como cuando, con la excusa de escuchar lo que dicen en el apartamento de al lado, los hermanos lo que escuchan es los ecos de su relación llena de resentimientos, conflictos y nostalgias. Entonces aquí se evidencia aún más que mientras la hermana pone todo el drama y la exasperación de lo que puede ser la familia, el hermano pone la paciencia y la comprensión, también la falta de voluntad. Por eso, en últimas, terminan complementándose.

Aunque no todo es tan simple como parece, como da a entender esa recreación de su cotidianidad y ese conocido esquema de amor-odio. Porque es posible también hacer lecturas de circunstancias y sentimientos más ocultos, como todo lo que implica la reprimida homosexualidad de él o la muda angustia de ella por la soledad y por no poder controlarlo todo. De ahí que para ver esto y más, hay que sintonizarse con la lógica y el ritmo de esta particular propuesta, que en principio puede irritar, pero que en perspectiva termina siendo una obra inteligente y divertida.

Publicado el 30 de julio de 2010 en el periódico El Colombiano de Medellín.

FICHA TÉCNICA
Dirección: Daniel Burman.
Guión: Daniel Burman y Sergio Dubcovsky; adaptación de la novela “Villa Laura” de Sergio Dubcovsky.
Producción: Diego Dubcovsky.
Música: Nicolás Cota.
Fotografía: Hugo Colace.
Reparto: Graciela Borges, Antonio Gasalla, Elena Lucena, Osmar Núñez, Rita Cortese.
Argentina - 2009 -105 min.

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